Teoría del artista fracasado.
La vida no tiene sentido. Eso lo
sabemos todos por más que cuando fuimos niños se empeñaron a fondo en hacernos
creer lo contrario y por más que aún ya de mayores nos empleemos también nosotros
en convencer a nuestros hijos de lo propio. Y es que nos mueve la buena fe. El
único propósito que tiene la vida es perpetuarse y para eso tan sólo es
necesario medrar. Como sea. Hasta llegar a la siguiente generación. Pero un
propósito no es un sentido. El sentido tiene otra dimensión. Se desarrolla en
un plano menos prosaico. En fin, ya sabemos: en el plano de la ética, de la
necesidad, la justicia, belleza bondad... dignidad, en suma, quizás... ( me
olvidé de las mayúsculas)
Que la vida no tiene sentido es
algo que sabemos todos. Pero no teniendolo se ofrece como un recipiente vacío
para que lo llenemos con el sentido que queramos darle. Nos podemos inventar un
sentido para hacer la vida, nuestra existencia, más tolerable. Porque el propósito
ciego de ser un simple eslabón en el tiempo de la especie es demasiado
poco. Y somos capaces de sentir
felicidad . Desde el mismo instante en que sentimos sabemos que tenemos un
destino superior al de la supervivencia y nos afanamos por afianzar todo
aquello que nos de cumplimiento en ese destino. Hemos nacido para ser felices o
en su defecto para patalear por su falta y luchar por su hallazgo.
Hay muchas maneras de empeñarse en
esta tarea. Tantas como personas, supongo. Creo que los llamados “artistas” son
aquellos que dedican en su vida un tiempo precioso para dotarla de sentido.
(ojito que artistas son aquellos que en cualquiera de sus manifestaciones
prueban que “Dios también anda entre los pucheros” Santa Teresa , gracias por
expresarlo tan bien). En fin, no es que lo hagan de forma consciente. No todos,
no siempre. No es tampoco que lo hayan elegido ni tan siquiera que tengan éxito.
De hecho se trata de la creación de una incertidumbre y es con lo que primero
hay que apechugar. Pero no importa. Lo que importa es que esa búsqueda de
sentido va dejando huellas. Esas huellas recogen el sentido que el artista
percibe en la vida y lo transmite a los demás. Con esto amplía, mejora, matiza,
acompaña... aveces incluso revela el propio sentido con el que vivimos los
otros. Así que hay que agradecer la tarea de los artistas.
Hay un componente que no es
fundamental en todo este embrollo que sin embargo a mí me intriga -que me fascina, en realidad- Es la falta de
control. Los artistas se conectan con el sentido que para ellos tienen la vida.
Es lo que se llama inspiración, creo; y esto provoca en ellos una respuesta: la
huella o si lo prefieres, la obra, la acción. Pero esta respuesta es bastante
autónoma del autor. Es como su lenguaje corporal o su firma. Lo hacen pero no
lo controlan. No se trata de un manejo de la técnica. Es que el sentido que
encuentran a la vida se expresa a través
de ellos. ¡Menudo matiz! Se expresa gracias a ellos pero también a pesar de
ellos. Resulta un poco confuso. Bueno,
en realidad sólo es confuso cuando presupones que las cosas deberían de ser de
otra manera. Cuando aceptas que son como son es fácil y deja de haber conflicto. En cualquier caso no tiene
remedio.
Si me demoro en todo esto es
porque como artista que pretendo ser me gustaría que lo que hago pudiera
hablarme con claridad y me dijera, naturalmente, lo que quiero oir. Me gustaría manejar el sentido que le doy a
las cosas como si fuera una llave que abre una puerta a un mundo mejor. Quiero
manipular y me encuentro manipulado por mis pretensiones inaceptables. Quisiera
ser un gran artista que ha encontrado el secreto de la felicidad y se lo aplica
como una pomada -y pretende envasarlo como
un filántropo de barraca - . Pero me encuentro que el sentido de la vida no se
puede domeñar porque es intangible. ¿será porque no existe?
“Claro que existo, estúpido”