viernes, 29 de noviembre de 2013

anémonas por tres



No sé cuando florecen las anémonas, aunque tienen pinta de ser flores de entretiempo, Se que son las flores preferidas de mi amiga Lola porque se las regaló su padre para señalar una ocasión especial y desde entonces, en cada aniversario de aquel acontecimiento se las hacía llegar estuviera donde estuviese. Soy impreciso no por discreción sino porque sólo retengo las cosas que me afectan muy directamente y estas, aún así, con esfuerzo. Por eso no me acuerdo de si hubo alguna razón especial  por la que las flores elegidas fueran anémonas y no rododendros o aquinesias que también tienen un nombre igual de eufónico; ni de cuál fue la naturaleza de dicha ocasión. Sí que me acuerdo en cambio de que la primera vez que Lola fue invitada a cenar a casa de mi amigo Adrián se presentó con un ramo de anémonas y me dejó en mal lugar porque yo me presento siempre con las manos vacías. Debe ser porque creo que con mi presencia ya es suficiente. Incluso quizás demasiado... Bueno el caso es que llegó con un bonito ramo de flores y me hizo quedar personalmente mal. Por eso me acuerdo, claro.







La cosa es que al día siguiente Adrián tenía que salir de viaje (para variar) y como le daba pena dejar marchitar el ramo sin que nadie lo disfrutara me lo hizo llegar a mí que después de todo era quien le había presentado a Lola.”¡Pues mira qué bien!” pensé yo, con el símbolo de mi falta social en el salón. Por si fuera poco el ramo no me gustaba. El rosa y el blanco creo que es la combinación más ñoña que cabe imaginar y además lo habían organizado en  una ridícula forma de “bola” de lo más cuca, a juego con la gama cromática. En fin...


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Pero lo bueno estaba por llegar porque de forma sorprendente (yo no sabía  nada de anémonas) los tallos de las flores empezaron a estirarse y a buscar su lugar fuera de la ridícula bolita. Y así estuvieron, bailando en el aire mientras las pintaba, como si estuvieran jugando conmigo al escondite inglés. Por eso las pinté tres veces. ¡Qué remedio!



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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Las flores que Lola trajo a la cena de Adrián. Anémonas en un jarrón.







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Ayer metí enterito el texto del diario como comentario del blog. A Kike no le gustó nada. Dice que vuelvo a las andadas; que ese tipo de cosas no tienen interés y que los cuadros van por un lado y lo que cuento va por otro.  No le quito  razón aunque intuyo que se equivoca. Todo lo que hace una persona es expresión de sí misma. Un cuadro va por un lado y  un cuento va por otro pero todo ha de apuntar en la misma dirección si procede de la misma fuente ¿O acaso no es así?


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Si no es así, estamos apañados y mejor no sigas leyendo porque este post también va de taperucecas.



Además, ayer me puse a sacar fotos a un par de Kakemonos y  ya que estaba saqué un montón de detalles; que resultan ser  lo que mejor se aprecia en reproducciones pequeñas. Si quiero meter todas las fotos he de incluir un montón de relleno... si tú eres de los que miras las imágenes sin tener necesidad de consultar el texto, este es tu momento porque no te vas a perder nada.





¿O quizás si?



Lo cierto es que yo también soy de aquellos a quienes les da una pereza enorme leerse los textos que acompañan a las imágenes de los catálogos. La información que encuentro en ellos no está a la altura de las expectativas que me genera una obra si esta me gusta.....Salvo excepciones normalmente en palabras del propio artista que habla de su obra o de lo que le pasa por la cabeza. 

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(Por la mía pasan ahora los ejemplos de tres artistas cuyos escritos recomiendo aunque  no mires su obra: Agnes Martín, David Hockey y Marta Cárdenas...esta última también lleva un blog que se llama vitrinaignota)

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Si por el contrario la obra no me gusta o me deja indiferente es difícil que lo que se pueda haber escrito sobre ella me haga verla de manera diferente. Por desgracia esto es así. Y escribo “por desgracia” porque reconozco en ello una limitación que con un poquito de mi parte podría superar. Sé que me llevaría gratas sorpresas. Digo “sé” porque me ha pasado ya, por ejemplo con el Minimalismo que no sabía por dónde había que mirarlo hasta que me dijeron que de eso se trataba y empecé a encontrarle la gracia.

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Quizás mis reticencias tengan explicación en un equívoco. La palabra “Arte” es un enooorme cajón de sastre donde cabe todo. Cuando vamos a buscar algo a ese cajón como el que va a buscar agua a la fuente cuando tiene sed, y no encontramos lo que esperamos, sentimos frustración, rechazo e indignación. 


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Creo que esto es lo que te puede estar pasando a ti ahora mismo, leyendo este blog,  Pero recuerda que se subtitula “Pinturas y desvaríos”

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De todas formas, en consideración a ti y a Kike y puesto que ya me parece que tengo suficiente material de relleno, voy a hablar de los kakemonos de esta entrada.


En el próximo post...


lunes, 25 de noviembre de 2013

jarrón con lírios (kakemono)




 

Domingo 24 de noviembre, 9.15 de la mañana.  Entra el sol a cascoporro en el cuarto. He bajado las persianas y corrido las cortinas para  provocar la aparición de caprichosos dibujitos con rayas de luz.  Es tarde para lo que acostumbro a despertarme y pronto para ser domingo. Me estoy acostumbrando a levantarme de la cama sin ganas. Necesitaría descansar aún más pero no sé de qué.  Para hoy me gustaría empezar a fotografiar los kakemonos de flores. La luz en el estudio es inmejorable. Por la tarde retomaré el blog y espero adelantar lo suficiente. Nos espera una semana de mucho curro con la obra de teatro.




Se acerca Benita a rondar a Curra que está echada a mi lado y obtiene de ella unos contundentes lametones. A medida que escribo mi tono vital va subiendo. Me imagino una iguana sobre una roca absorbiendo calor. Yo sorbo café; por cierto: se me ha terminado. Si me preparo otro voy a deshacer el cuadro...

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Me hice otro y sí: el cuadro se rompió. Pero al volver de la cocina me he encontrado con otro distinto y... ¿mejor? Benita se ha retrepado a lo alto del sillón de la esquina y mira distraída por la ventana. Su pardo pelaje contrasta sobre manera con los alegres colores de la manta que tejió mi madre y que ahora hace de tapicería. ¡Pero cambia de opinión! De un salto se baja del respaldo y se viene de nuevo con nosotros. 




Ahora está lindamente colocada en una esquina del sofá, con sus cuatro patas muy juntitas recogidas con la cola. Aprovecho que tengo el móvil a mano para sacarle una foto pero no me queda bien. Una lástima.

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Mientras saco fotos a la gata por toda la habitación en calma, con la taza de café humeando y las rayitas de luz solar jugando por los rincones me doy cuenta que soy feliz. Soy feliz con todo esto que es bastante sencillito... ¿o no lo es? Yo creo que sí y que cada cual a su manera se las apaña para procurarse momentos como este...supongo, espero... todos lo hacemos, ¿no?


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Este tipo de experiencias son las que llevaría a mi trabajo si supiera cómo hacerlo.


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viernes, 22 de noviembre de 2013

cuadernos y diarios






Sábado 16 de Noviembre de 2013-11-16


Son las 8.10 de la mañana pero me he levantado a las 6.30. Aún era de noche; ahora no  es de día pero cuando termine de escribir esta frase y tú termines de leerla, lo será. El cielo amanece limpio y frío de invierno. Curra se ha acurrucado conmigo en el sofá y Benita también busca la cercanía colocándose en la esquina de la mesa al alcance de mi mano. Pero bien se que si intento acariciarla hará un remilgo y saltará

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He empezado este cuaderno que compré ayer y lo he forrado con el mismo papel que otros dos cuadernos que tengo preparados para llenarlos de dibujos. Uno para pluma y otro para lápiz. También he guardado papel para forrar otros dos cuadernos más que tengo abandonados desde hace algunos años. Hace mucho que no dibujo con la intensidad en que lo hice. ¿Porqué? No lo sé. No recuerdo la razón por la que empecé a llenar cuadernos ni por qué dejé de hacerlo. Me gustaría saber algo más de mí.

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Se me ocurre que las intenciones que se concitan para llevar a cabo una tarea, sea cual sea, son como las hebras de una cuerda. Son muchas y se entrelazan unas con otras hasta formar un único cuerpo con el que amarran un propósito. La cuerda parece una sola cosa pero en realidad observándola de cerca no es así.

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Cuando la tensión es muy fuerte o por el mero desgaste del tiempo, los filamentos se van debilitando hasta que las pequeñas cuerdecitas se van rompiendo una a una imperceptiblemente al principio y luego cada vez más rápido hasta que, de repente, la cuerda se partió. Quizás se pueda volver a trenzar o hacer un nudo para restaurar la cuerda y habremos aprendido un par de cosas: que los gestos espontáneos contienen un montón de información a la que no hacemos caso  y que cuando nos vemos obligados a hacerlo el gesto deja de ser espontáneo aunque no por ello deja de tener valor e incluso es más bello y más rico.




Supongo que hubo muchas pequeñas razones que me llevaron a completar un cuaderno tras otro. Esas razones se fueron satisfaciendo o desgastando. Un día, con un lindísimo cuaderno casi nuevo entre las manos me quedé con la pluma en suspenso y me dije: " ya está. Me aburre dibujar siempre lo mismo”. La cuerda se había terminado de romper.





 Me resulta gracioso reparar en las palabras con las que me hablé porque “lo mismo” no era el mismo motivo de siempre, como podían haber sido los gatos o mis pies. Al contrario en ese momento me hallaba en Barcelona, en un jardín en un patio  gótico a la sombra de naranjos y jacarandas. Creo que por "lo mismo” me regañaba refiriéndome a “de la misma manera” sin que me aportara nada nuevo ni sin ser capaz yo de renovarme.




Veréis, creo comprender que una de las principales razones por las que uno emprende una tarea, la que sea: barrer una escalera, estudiar para ingeniero o pintar un cuadro, es la de “vivir más”. Vivir al menos dos veces más. Una la de costumbre y  otra la del que se ve haciendo la tarea.  Y luego está la de “vivir más” en el sentido de vivir experiencias que hasta entonces no te propusiste y que son necesarias para la consecución del proyecto.





Desde luego si le damos crédito a la Teoría Casera de las Cuerdas, esta motivación de “vivir más" sería una de las hebras más importantes y fuertes, creo yo...



El caso es que con los cuadernos puedes ejercitarte en cualquier parte y situación. Allá donde estés y a donde vayas puedes sacar tu cuaderno y hacer un dibujo. Puedes estar en una aburrida tarde de domingo y hacer el dibujo de lo que tienes delante y la tarde se convierte en una ocasión para pasarlo bien. Puedes acabar de conocer a alguien y tomar el cuaderno para mirar atentamente o constatar cuan variada es la mirada si se trata del rostro de alguien a quien ya has dibujado mil veces y aún puedes dibujar mil veces más.




Pero claro: tienes que tener ilusión. Ilusión y el atrevimiento de pensar que todo eso es posible. Y a veces uno se estanca. ¿No es cierto? 

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Quizás también haya un propósito, una función y una necesidad en el estancamiento. ¿Porqué no? Y si no la hay habría que inventarse una, o muchas ya que si parece ser que es inevitable que ocurra, no veo la razón para no ver en ello una, otra, oportunidad para comprender. Que también es otra ocasión de “vivir más”

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