jueves, 27 de febrero de 2014

la penumbra






 Estoy sentado en la esquina del cuarto junto a la ventana: Los perros están plácidamente dormidos junto a mí. No hay radio ni música. No hay ruido de la calle. El sonido más fuerte es el de la pluma sobre el papel. Poco a poco amanece pero en la habitación aún prevalece la luz de la lámpara. Es con esa luz que cuando levanto la vista del papel veo el cuadro de Jose frente a mí. Jose en su habitación, Jose en su palomar lleno de tanta luz que tenía casi constantemente echadas las persianas para no quedar cegado. En aquella penumbra se recluía durante horas.





martes, 25 de febrero de 2014

La percepción y la memoria



La Percepción y la Memoria.

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He estado mirando los dibujos que he venido haciendo para preparar el cuadro de “el lector”;  hasta este último con el que ya me encuentro cómodo. He encontrado que todos los dibujos están bien. No hay ninguno que “objetivamente” sea mejor o más conveniente; pero en uno, en este último, se da la justa medida, la proporción entre  elementos que me hacen decir: Sí, esto es. Pintar con la memoria dirigiendo el proyecto obliga a cotejar diferentes versiones de un mismo tema hasta que uno reconoce lo que recuerda. 

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No se puede ir a tiro hecho. Yo por lo menos no puedo. Supongo que cuando miro algo, lo que sea, determinados elementos ocupan un primer plano sin que nadie, ni mucho menos yo, intervenga en esta selección. A veces lo que veo tiene tanto poder de sugestión que me digo que merece la pena dedicarle un montón de tiempo y energía y pintarlo. Pero en realidad no sé qué es lo que he visto. Me doy cuenta porque cuando me pongo a la tarea no paro de decirme: esto no es... esto tampoco... ni esto... Creo que ni yo ni nadie somos muy conscientes de cuáles son los elementos que destacamos de una escena. Ni siquiera somos conscientes de que destaquemos algunos elementos y que otros se queden en un plano de comparsa. Miramos, vemos y ya está. Pues no. Ni siquiera las máquinas fotográficas registran las imágenes así.

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Es fácil caer en la cuenta de todo esto con algún ejemplo de lo más obvio: si buscamos a una persona entre la multitud, enseguida se nos vendrán sus rasgos a la vista pues nuestra percepción los hace destacar del resto.  Pero... qué es lo que está pasando en nuestro interior cuando “algo”, no sabemos qué,  nos hace detenernos y mirar un rato. Es un misterio. Uno se da cuenta de que no ve con los ojos; no sólo con los ojos, desde luego.

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Como soy “evolucionista” no tengo ningún conflicto en suponer que este es un fenómeno de adaptación al medio por parte de la especie humana – tan exitosa que está a punto de morir de éxito-  Resulta muy conveniente ante un entorno tan extraordinariamente rico y variado como el mundo-mundial, tan incontingente... que haya especialistas de todo tipo que puedan avisar a los demás de aquello que de otro modo se les pasaría por alto. Los especialistas son sensibles a las  señales de los campos de su especialidad. Nadie sabe muy bien cuál es la especialidad de los artistas, lo que es perfectamente lógico porque no hay un único tipo de artista. Ni dos, ni tan siquiera tres o cuatro. Hay más: quizás en este momento de la historia haya tantos tipos de artistas como artistas. Cada uno define su tipo y por tanto su especial sensibilidad a las señales que recogen (y comunican) del entorno. – por eso se hacen necesarios los intermediarios: críticos, comisarios, galeristas y demás. Son ellos los que ordenan, o  pretenden ordenar, la hiperabundancia de ofertas artísticas... pero me estoy yendo del tema. 

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El tema es que resulta muy divertido (y muy frustrante también) intentar desentrañar qué es lo que a uno le  llamó la atención de aquello que se vio. En los kakemonos es fácil porque voy directo al grano y todo lo que no me interesa sencillamente no lo pinto (ni lo dibujo) Pero cuando quiero dar una imagen más naturalista, más orgánica, más descaradamente realista me veo obligado a mentir también con más determinación y sutileza. Mentir para contar la verdad. Mi verdad.

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Hay que ser consecuente con aquello que nos llamó la atención y si fue la penumbra de una sombra hay que apañárselas para que el espectador sea lo primero que vea, y si fue el sosiego de una persona leyendo en un parque a ver cómo te las compones para no interferir en su paz y si además el barullo de alrededor ofrecía un interesante contraste, la cosa se va complicando. No, no es nada fácil pero tampoco es extraordinariamente difícil: sólo hay que tener confianza en que lo que viste tan sólo fue reconocido porque estaba ya dentro de ti y aunque aquella “materialización” fuera fugaz, está en tu interior y la volverás a reconocer cuando des con ella en tu cuadro.

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Si además hay alguien a quien también le interesa... ¡qué bien!


viernes, 21 de febrero de 2014

y cuatro

viejos almendros silvestres con Lola, Santiago y Claudia. kakemono 220x110

domingo, 16 de febrero de 2014

creencias

Todo mi trabajo se fundamenta en una creencia que dice más o menos que el mundo, la vida, es fascinante sin necesidad de recurrir a grandes emociones, grandes horizontes ni grandes nada.  Hay una frase de Santa Teresa que lo expresa muy bien: “Dios anda entre los pucheros”. Me parece que a todos nos conviene estar de acuerdo con esto porque el mayor porcentaje de nuestras vidas se desarrolla en la más absoluta normalidad así que más nos vale aprender a disfrutar de esto en lugar de aguardar o buscar algo distinto. Tampoco está mal tener aspiraciones. Supongo que es cuestión de autocontrol. Naturalmente que todos aspiramos al éxtasis permanente y resulta un poco rebuscado mirar de conseguirlo en lo que la costumbre nos ofrece sin reservas; esto es: en los pucheros. Pero es así. Tengo la ventaja de que soy prácticamente incapaz de buscarme la vida de modo que tengo que desarrollar un sentido extra para conformarme con lo que me toca. Hay personas que serán felices navegando en su velero o saltando en paracaídas. Yo no: yo aspiro a disfrutar a tope, salvajemente, de unas zapatillas de felpa o, como mucho, de un paseo por lugares conocidos. Para ello además de ponerme las zapatillas y de seguir prácticamente a diario la misma ruta; pinto y dibujo como buenamente puedo eso mismo que se me pone tan a mano. Y sí: mi creencia está justificada.


flores de cerezo en kakemono. (detalle)