El Patio o Solar de Grilo.
7´49. 26 de
Enero 2015, lunes.
Son las ocho
menos cuarto. Estoy en el salón de casa, con este libro- mamotreto sobre las
piernas. Estoy sentado en el sillón de la esquina porque el ordenador está
cerca. Sin embargo no escribo en el teclado sino aquí: en el papel y a mano,
con pluma. Es absurdo porque me propongo escribir “para” un trabajo con lo que
no voy a conseguir más que duplicar el tiempo que me lleve en pasar más tarde
lo escrito a “limpio” Pero yo soy absurdo. Además...no quiero sentir esto como
un trabajo. Ni esto ni nada, Trabajo es lo que uno hace por obligación impuesta
por alguien vengativo, que no justiciero. Por alguien que te tiende una
trampa para joderte la vida y la toma contigo por caer en ella. En fin: el trabajo es algo de lo que hay que huir como de la
peste. Sin embargo hay tareas que uno elige y que aunque supongan un
esfuerzo, se acometen con ilusión porque uno intuye que es bueno; que después
de haberlas realizado – y aún durante su realización- uno se hará mejor.
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En ese “hacerse mejor” influye cómo se
hace el trabajo. También en sus detalles. Yo puedo escribir directamente en el
ordenador; pero no me gusta. Quizás más adelante sí que continúe; pero no ahora
que ni siquiera sé el sesgo que le voy a dar. Todavía no puedo ir al grano
porque sencillamente no se donde está... ni si lo hay. Desde las páginas de
papel me resulta más fácil, más posible, más amable la indagación. Me imagino
que salgo al encuentro de un “algo” y elijo un camino de tierra, un sendero por
el campo, en lugar de un recto camino asfaltado. Puede que tarde más pero para
no saber a donde voy, ya salgo ganando con el trayecto.
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Ayer también
tuve por cierto, la misma impresión de estar perdido. Fue cuando me dirigía y
estaba a punto de alcanzar el Solar de Grilo, el cual curiosamente también hallé
por azar la primera vez que dí con él.. Hay lugares supongo en todas las ciudades, en los que
uno, de repente se siente confundido. Los mismos pasos que venía dando por caminos
previsibles le han llevado , no se sabe cómo, a desembocar en un escenario
distinto, extraño, diferente. A veces el cambio es paulatino y uno casi no se
da cuenta y otras es tan brusco como pasar a través del espejo. El cambio puede
haberse producido en la forma de las calles, en las fachadas, en la orientación de
todo el conjunto lo que hará que la luz que nos rodea sea diferente... Pero
también en el sonido o en su ausencia, el silencio... y sin duda en las
personas con las que nos cruzamos o hemos dejado de hacerlo. Desde luego que no
todos y no siempre somos sensibles a estos cambios y me pregunto qué es lo que
hace, qué es lo que definitivamente determina que nos paremos a considerar qué
es ese algo a nuestro alrededor- en nuestro interior puede que también- que ha
cambiado. .. y qué sentido vamos a darle a ese cambio.
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En los
alrededores del Solar De Grilo ocurre esto. Por lo menos a mí me lo parece.
Como si me zambullera en un vórtice de ausencia. Parece que en esa esquina la ciudad se hubiera olvidado de sí misma. Se
hubiera olvidado de ser la Gran Vía y en unos metros aceptara o mejor dicho se
resignara a su destino de rincón, de medianera y callejón. Aprendiera a vivir
sin urbanismo, sin luz, sin árboles ni espacio, ni Sol. Nos ofrece en cambio la
posibilidad de vivir sin todo ello para que comprendamos que antes que nada la
belleza está en los ojos del que mira. ¡Qué remedio!
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En la
escondida, retirada y estrecha calle Grilo se encuentra un solar de tierra en
donde hace algunos años había una finca abandonada por cuyos balcones asomaba un
bosque de madreselva. En algún momento se demolió y dejó un hueco
rodeado de altos y desnudos muros por donde la luz del Sol se deja caer en vertical. Otro muro y un portón con reja lo separa de la estrecha acera donde
el despistado transeúnte no puede evitar pararse y echar un vistazo. Luego
repara en los carteles que informan que aquello tiene un nombre y hasta un
horario... y que está gestionado por los vecinos y la asociación del Patio
Maravillas: ¿Puede haber un nombre más alentador? Esto es lo que sin duda
necesita este esquinazo, este barrio y esta ciudad entera: aliento, cariño y
mimo. Esto es lo que necesitamos todos siempre pero acaso ahora más que nunca y
nos ofrecemos los unos a los otros en lugares como este patio que nadie supo
hacer valer...hasta ahora.
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El Patio o
Solar de Grilo ( Por cierto ¿quién fue Grilo? Fue un poeta romántico cordobés ) tiene aspecto de ser o
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