Cuando era niño, muy niño, recuerdo que
me fascinaba un libro que había en casa que se llamaba “Grandes Pinacotecas Del Mundo”. Cuando eres niño el tiempo corre distinto así que aunque tengo la
sensación de que pasaba horas mirando las ilustraciones del libro, Pero es probable que fueran sólo ratitos. Lo que importa es que el tiempo
se detenía, igual que en los cuadros del libro, y me permitía observar a placer al contrario de lo que ocurría con la tele; ni por
supuesto con la vida en general. Lo cierto es que yo no entendía nada. Ni de lo
que pasaba en aquellos cuadros, ni en la tele, ni por supuesto en la vida. Hay
cosas que no cambian.
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un abrazo. oleo sobre tabla. 56 X 122 |
Me gustaban especialmente los cuadros de
Rubens, con aquellas señoras con la cara repetida a las que les pasaban cosas
tan raras y luego los caballos congelados en posiciones inverosímiles con los
ojos desencajados y esas crines tan
sedosas que te apatecía acariciar... Daba igual no entender nada de lo que
ocurría porque lo importamte era que tenías todo el tiempo del mundo para
disfrutarlo. Podías cerrar el libro y cuando lo volvieras a abrir las señoras
en pelotas y los caballos cabreados iban a continuar exactamente en el mismo
equilibrio.
hoguera abandonada. óleo sobre tabla. 56 X 122 |
Ya siendo un poco más mayor me sigue
gustando mirar cuadros en los que no sé qué ocurre. Incluso me gusta pintarlos
porque me divierte comprobar que lo que ocurre no tiene importancia hasta que
en el cuadro no alcanza el equilibrio. Al parecer eso es lo que importa.
cauce seco. óleo sobre tabla. 56 X 122 |
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