Hoy es 23 de febrero y sería un día como cualquier otro de no estarse cumpliendo con todo rigor aquello de "febrerillo el loco". Ha salido el Sol y se ha vuelto a ocultar tras las nubes al menos una docena de veces y aún no estamos a mediodía. Tan pronto parece por fin primavera como una ráfaga de viento helado obliga a subirnos la cremallera hasta la nuez. Personalmente no me gusta nada. Mis cambios de humor ya son bastante acentuados de por sí y esta indecisión metereológica los complica aún más.
Además tengo que darle a la terraza una segunda capa de pintura aislante ( la vecina se queja de goteras) y con estos nubarrones intermitentes no termina de secarse la primera. De modo que aquí estoy sin saber muy bien qué hacer con mi tiempo. Mientras lo decido voy a ver si escribiendo un poco me aclaro.
Y pensandolo bien, no me viene mal, porque tengo algún asunto pendiente para meter en el blog y esta puede ser la ocasión. Ocasión que viene al pelo porque la terraza es justamente la protagonista. ¡Qué curioso!
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En fin... si sois seguidores de este blog sabréis que voy mezclando la vida personal y profesional porque entiendo que para mi trabajo no hay territorios independientes. Habréis leído aquí que mi madre murió hace unos meses ( ver " Despedida" ). Resulta que casi todo el mundo que la trató la situaba en su imaginación en el marco de esta terraza que ella disfrutaba tanto y que cuidaba con esmero. Hay un dicho, parece ser que oriental, que dice más o menos que "para ser feliz unas horas puede uno darse un banquete y para serlo una temporada es posible echarse pareja; pero que si quieres ser feliz toda la vida hay que cultivar un jardín." Mi madre cultivaba su pequeño jardín en macetas y jardineras y doy fe de que le proporcionaba la suficiente felicidad como para compartirla..
Incluso aún en pleno invierno como ahora, cuando pocas veces podía salir a disfrutar, desde su sillón comentaba cuanto le gustaba mirar hacia fuera y ver su pedacito de cielo por encima de las plantas dormidas.
En su funeral resultó muy emocionante para todos yo creo, compartir los recuerdos y ver que, sin habernos puesto de acuerdo, casi todos giraban alrededor de su imagen buena y dulce en este lugar que para nuestra pequeña familia ( gracias a los amigos y a los pequeños recién llegados, no tan pequeña) es emblemático.
Por eso, como regalo de navidad tardío, a Kike y a mí se nos ocurrió hacer una especie de mural - mosaico que representara (más o menos) la terraza de Carmen en su conjunto. Y entregar por sorteo a cada uno de los componentes familiares un fragmento para que lo guarde o lo enmarque o haga con él lo que quiera. Es gracioso porque cada trocito funciona como una imagen abstracta con su propio sentido individual e independiente del resto. Pero juntos forman un algo más, una otra cosa. Una familia, supongo.