Retrato
de A. en Egipto.
A mi
amigo A. no le gustan los retratos. Mejor dicho: no le gusta que le retraten. Sin embargo lo que más me gusta a mí es
retratar a mis amigos. Mal asunto. No nos ponemos de acuerdo.
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Creo
que el mejor regalo que puedo hacer a una persona es pintar su retrato.
Normalmente me lo quedo yo , naturalmente. El mejor regalo es pintarlo. No todo
el mundo lo entiende.
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Cuando
A. no entiende algo de alguien dice que es un “disparate”. Yo también lo pienso.
En eso sí coincidimos. Mas cuando A. afirma esto es para zanjar
la cuestión. Para mí, al contrario, es detonante y pretexto de toda suerte de
conjeturas sin fin.
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A veces
pienso que por esto me gusta hacer retratos. Siento mucha curiosidad por las
personas. A veces me parece que después de haber estado un tiempo pintando a
alguien lo entiendo todo un poco mejor.
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Para retratar a alguien no tienes
que pintar necesariamente su cara.
Puedes fijarte en su casa, su ropa o en su forma de bailar... en cualquier
cosa en realidad. Todo lo que
hacemos cuenta la historia de quienes somos.
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Hace
poco mi amigo A. realizó un pequeño tour por Egipto. Las fotos que enviaba por
güasap eran buenísimas. Yo, para tomarle el pelo, le contestaba que las sacaba de una revista. Así nos daba esquinazo
a todos tranquilamente desde su sofá... Esta era mi excusa para pedirle también una foto suya, de su cara, delante del Nilo o algo
así.
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A.
mandaba reportajes enteros y completísimos de los sitios estupendos por los que
pasaba, y los museos y los hoteles, pero nada de su retrato. Cuantas más imágenes mandaba, más pesado me
ponía yo. Cuestión de carácter.
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Al final envió una imagen suya. Tan pequeñita que apenas se le identifica. Pero sé que es él. Naturalmente no por esta foto; sino por por todas las anteriores. Ya venía dando pruebas de su persona. Le conozco.
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Cuando pintamos un retrato también estamos poniendo nuestra imagen, nuestra personalidad, junto a la de la persona que retratamos. Es inevitable. Dime... tú: ¿qué ves?
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nota: con estas acuarelitas he querido hacer un regalo y homenaje a mi amigo "A" . De su nombre sólo escribo la inicial porque aunque no es nada discreto, sí que le gusta pasar por ello y no me cuesta nada darle ese gusto.
En esta ocasión y como gran excepción, además de pintar las acuarelas también se las regalé ( dentro de una cajita para que pueda dejarlas en cualquier cajón)
Para pintar las acuarelas utilicé las fotos que mandaba A. desde Egipto casi a diario: yo se las pedía a sabiendas de que iba a utilizarlas para esto. Así el "retrato" es compartido pues supongo que tiene tanto de uno como de otro.
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