El 17
de Enero escribí en el facebook la siguiente nota para comentar el post “tres
retratos a lápiz”: esto de los retratos
es una cosa muy rara. Te haces la ilusión de alcanzar a la persona pero lo
que realmente conservas es un trozo de papel.
Incluía a modo de ilustración estos tres apuntes del natural. Son dibujos que quieren ser muy minuciosos, como los
que también publicaba en el post, al igual que otros que intento llevar a cabo, porque me da la sensación de que de esta manera realmente puedo
“alcanzar” como digo en la nota – entiendase lo que se quiera – aquello que
estoy observando. Soy un gran admirador de la Pintura Flamenca, profunda y
minuciosa, absolutamente entregada a recoger con devoción cualquier
detalle recogido por la mirada del artista. Yo no llego tan lejos, ni muchísimo
menos, porque me falta paciencia (o devoción) pero, en fín, todo se andará,
quizás.
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Por
otra parte también entiendo y comparto la propuesta que hacían por la misma época pero a miles de kilómetros y en las antípodas conceptuales los pintores de
extremo oriente, que pensaban que un pájaro es más pájaro cuanto más rápido surca el cielo ... así
que se puede decir que estoy hecho un lío; pero tan contento.
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En
cualquier caso tanto los unos como otros, todos los pintores figurativos así como las personas que
aprecian este tipo de arte que se ocupa de representar la realidad, tienen que
sustraerse a la tentación de confundirla con ella. Magritte tituló una de sus obras más famosas
“Esto no es una pipa” Naturalmente lo que figuraba sí que lo era. A Matisse le
reprocharon que pintara mujeres tan
raras y él respondió “Sra., yo no pinto mujeres, pinto cuadros”. Hay ejemplos a
montones y con la fotografía aún más. – Por
la fotografía de un puente no se puede cruzar un río- También la literatura
y las artes escénicas se llevan su cuota
de espejismos y qué decir del cine.
Quizás el ejemplo más emocionalmente limpio de todo esto lo propone la
escultura en dos historias, leyendas o mitos: de un lado el pobre Miguel Ángel
agrediendo a su “Moisés” porque se negaba a hablarle... y en el lado
contrario, el afortunado Pigmalión que
consigue dotar de amor y vida a la estatua de Galatea.
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No
podemos reprochar a las artes representativas que cumplan su vocación.
Es su función desde el tiempo de las cavernas. Es sólo que no es su
única vocación. Si me apuras te diría que más que una vocación es tan solo un
pretexto... Ayer estaba con gripe en la cama; cocido en mis malos humores, concentrado en desatar
el nudo del malestar y agradecido en lo más íntimo por la coartada perfecta que
te da la enfermedad –leve- para descansar. Permanecía con los ojos cerrados,
pero cuando los abría lo primero en encontrar era una serie de pequeñas
acuarelitas que me gustan mucho, “producto” de una corta visita a una invernal ciudad costera de verano. Las acuarelitas me recordaban la estancia lo mismo que una postal. También recordaba todo lo que allí había y que no quise dibujar; así como el momento de pintarlas, de elegir los motivos, ponerlos en el papel,
observar el resultado y decirme “suficiente”... ¿”Suficiente” para qué? ...
Suficiente para que alguien – yo mismo por ejemplo- al cabo de los años, envuelto en las
brumas de la gripe, pudiera encontrarse
con ellas y decirse “¡Qué bonitas acuarelas”!
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Y no
hay más. Ya lo ves: no es la realidad, no es el deseo. Tampoco es un sólo un
trozo de papel.
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