.
.
estado provisional |
.
Si Ítaca está en mis cuadros, ¿qué es lo
que tú ves?. Supongo que Ítaca significa algo distinto para cada persona,
aunque me parece que es cuestión de matiz. Para mí Ítaca viene a ser confianza.
La confianza en mí mismo y por ende en la vida. La misma confianza que sentía cuando era
niño y pintaba caballos. Así pues, pintar con confianza significa pintar la
confianza. Y que todos puedan ver su rostro y saber, comprender, que es
posible. Un amigo mío repetía: el Miedo nos dice “quiero que estés a salvo” Y
el Amor: “estás a salvo” Pues eso.
para leer más (mucho más) clicka en "más información" |
.
Ítaca.
No sé qué día es hoy. De la semana, me
refiero... ¡Nada... ni idea! Intento
hacer memoria y buscar referencias pero no las encuentro. Entre tanta fiesta se
me ha ido la bola. Me parece que es jueves.... ¡Pues claro que es jueves,
tontaina! No tenía más que mirar la anterior anotación: esto es un diario. Un
diario bastante estrecho pero un diario al fin y al cabo.
Es de noche aun y está lloviendo; Me he
despertado a las siete por costumbre y por fortuna porque tenía sueño y hubiera
seguido durmiendo. Pero entonces hubiera faltado al guión que me he trazado y
ese guión me pide que me levante a las siete, que escriba un rato mientras me
tomo el café, que saque a pasear a los perros y que esté listo para empezar a pintar a
las nueve.
Lo que no me dice el guión es cómo
levantarse con ganas, ni cómo hacer para que me guste el mismo café de siempre, ni que sepa de qué escribir, ni tampoco
que no llueva durante el paseo y mucho menos que le encuentre el sentido a pintar.
Es curioso como cada día ponemos en solfa la
pertinencia de las pautas. ¡Cada día! Qué aburrimiento. Cada día hay que
convencerse de que lo que se ha de hacer es la mejor de las opciones...disponibles;
y muchos días hay que ponerse en marcha
sin haberlo conseguido.
Me parece que aun estoy medio dormido
El cuadro me espera. Ayer lo miraba de cuando
en cuando entre las brumas de la resaca post-Nochevieja. Creo que puede ser un
cuadro estupendo. Ha de ser un cuadro estupendo. Antes de anoche, en plena verborrea
etílica, lo proclamaba a todo el mundo:
El cuadro me dice lo que le he de hacer. Me dice “pon aquí un poquito más de
luz” o “entre estas dos manchas dibuja un camino” o “este es el sitio para colocar una
figura”
Es
fantástico cuando esto ocurre. Me hace sentir como el niño que fui al que le
gustaba dibujar manadas de caballos. En cada comienzo sólo sabía que
iba a dibujar caballos; mas nada acerca de si iban a ser muchos o pocos ni de
qué harían: pacer, galopar, huir, vadear... las posibilidades estaban abiertas
así que empezaba por una cola (yo siempre empezaba los caballos por la cola) y después
venía todo lo demás. El dibujo se desplegaba desde la punta del lápiz e iba
cogiendo forma y argumento. Mi mano era la mano del dibujo y yo apenas
interfería. Sigo pensando que lo idóneo es no interferir entre el cuadro y la
mano que lo pinta.
Ya son las ocho. Los perros están dormidos
junto a mí. Los gatos hacen la ronda pasillo arriba y abajo. Llueve. Lo
más importante es el cuadro. Tengo que levantarme y salir a la calle, sólo para
estar de vuelta cuanto antes y tener una hermosa sesión de pintura que de
sentido a mi vida... a este guión hueco.
Son ahora las 9´20. Estoy en el estudio y
miro el cuadro a hurtadillas. Tomo café para entretener la espera y, por
supuesto, escribo... o esto. Son momentos en los que pica la incertidumbre...
¿y si el cuadro no me habla hoy? ¿Y si yo estoy sordo o me muestro cobarde? Me
digo a mí mismo “no Jorge, no: recular es un lujo que no te puedes permitir”. Hoy,
hace un rato, durante el paseo, andando junto al centro de día de ancianos
he echado una mirada al interior. Las luces estaban encendidas y en el comedor aguardaban cinco personas bajo la espantosa luz de "bajo consumo". Cuatro sentadas frente a frente en una mesa y
otra, una mujer más joven – que no joven en absoluto- sentada sola en la mesa
de al lado mirándose las manos. La imagen era potentísima, bellísima, como
tantas otras. Inmediatamente como siempre me pasa, me imaginé un cuadro y
pensé: “Jorge, tienes que conseguir terminar bien lo que estás pintando porque
te aguardan otros muchos cuadros más y porque por primera vez crees que
puedes hacerlo sin torturarte a cada momento con la inminente
posibilidad de arruinarlo” Más o menos eso es lo que me he dicho.
Quizás sea una tontería, quizás sea como
tiene que ser... pero es que he descubierto recientemente que pintar no tiene porqué
ser una lucha constante con uno mismo. Una lucha salpicada de momentos
alentadores en los que las cosas, sólo como por milagro, ocurren de manera perfecta.
He descubierto, estoy descubriendo, que pintar tambien puede ser un juego de ensimismamiento
en el que se puede entrar sin violencias, quedarse el tiempo que uno quiera y
sentirse cómodo; no temer ser expulsado, salir, volver a entrar y ser siempre
admitido.
¿Qué cómo es que estoy haciendo este
descubrimiento, ahora, a mis casi 200 años? ¿Que algo tan básico tendría que
tenerlo archí sabido desde el comienzo? ¿Que va a ser porque esto un espejismo
o una falsa epifanía?
No tengo respuestas concluyentes. A veces las
cosas más simples y evidentes están disponibles y uno no repara porque anda
buscando verdades de relumbrón... puede ser... Quizás sea necesario un largo
viaje para dejar atrás esas búsquedas y estar de regreso a Ítaca.
Lo cierto es que desde el cuadro de la granja
de Luxemburgo, poco a poco, me he ido acercando a esta posibilidad de la que
hablo hoy. Ayer, antes de ayer... no me acuerdo, encontré de súbito en mi
memoria con una imagen que funciona como
las palabritas de “ábrete Sésamo” y que resulta necesaria y definitiva para producir el milagro de la
vuelta a casa: mi propia imagen, mi recuerdo de niño pintando caballos. Manadas
de caballos. ¡Lo que más me gustaba hacer en el mundo! Nunca jamás dudaba de mí
en aquellos momentos.
Siempre he considerado que el arte no puede
ser una actividad que nazca y muera en el propio artista, No debe limitarse a
satisfacer las propias necesidades sin tener en cuenta a los demás. Por otro
lado soy refractario a un arte que atienda a las ideas y mucho menos a los
ideales. Me parecen inconsistentes y peligrosos. Me parece que los proyectos,
las ideas aplicadas al arte (y a todo) pueden ser atacadas, rebatidas, sujeto
de polémica y por tanto ´causa de distracción de la principal obligación a la
que se debe el arte, que es: ... no lo sé. ¿Devolver algo de lo
que se nos da? Sí que creo empero que “todo arte es político” como todo lo que
hacemos y dejamos de hacer pues somos animales sociales. Me incomoda... me ha
incomodado no saber a qué carta jugármela:
no puedo ni quiero tener ideas y no puedo ni debo dejar de tener un fin
político.
En definitiva: ¿para qué ha de servir la
Pintura, mi pintura?
Y si fuera el pasaje a Ítaca... Y si sirviera
para hacer constar que este viaje tiene final feliz...
1 comentario:
( es que no puedo creer que escribieras pensaras sintieras todo esto... eres de verdad? una persona real? o es un invento mio?)
Publicar un comentario