Lunes 3 de marzo, 7´30 de la mañana. Ya
está amaneciendo. Los días empiezan a crecer. Estaba a gusto en la cama. Esta noche no he tenido
pesadillas. Quizás se hayan ido con el viejo colchón. También he cambiado el
plumín de la pluma y parece que me haya cambiado la letra. A lo mejor ya no
desvarío tanto pero lo dudo. En fin: el café está bueno, la pluma escribe mejor
y no me duele la espalda. En el estudio las pinturas me esperan y el cuadro
parece encarrilado. Cuando termine el café saldré con los perros y espero
cargarme con las buenas vibraciones que traiga el día para ponerlas todas en el
cuadro.
.
Ayer estuve ojeando de nuevo el libro de
Jonas Wood (lo encontrarás a la primera en internet) y leyendo la pequeña entrevista que viene al final. Sus pinturas
están cargadas de buen rollo. Eso es lo que yo veo aunque él no comenta nada y la entrevistadora tampoco. Hablan de simplificación y de complejidad en
la representación de la realidad; de lo cotidiano y de lo personal como
sustento de la creación y cosas así. No se dice nada en concreto de lo que
se cuenta o se pretende contar con estos cuadros. Quizás porque tal cosa se escape a
los deseos del pintor: Supongo que todo el mundo desea ser feliz; otra cosa es
que todo el mundo reconozca la felicidad cuando la encuentra y mucho menos que
la acepte. Creo que aceptamos mejor la desdicha aunque permanentemente
aspiremos a la felicidad. Me hubiera gustado que en la entrevista se le hubiera
preguntado simple y llanamente: ¿eres feliz?
O así más en mi estilo algo como
“¿tú crees que uno encuentra la forma de expresar lo que siente acerca
de las cosas, del mundo, de la vida...aunque no sepa cómo lo hace ni porqué es
así?”
.
Acabo de regresar del paseo con los perros y
le he estado dando vueltas a este asunto de la felicidad y de plasmarla y de
todo eso. Me parece que lo voy a meter en el blog y lo voy a ilustrar con un
kakemono aunque no venga a cuento.
Mi cabecita divagaba durante el paseo.
Recordaba la famosa recomendación de Matisse a sus alumnos a los que aconsejaba
no preocuparse por expresar o contar nada pues si algo tenían que decir lo
harían sin pretenderlo. Parece que la pintura tiene esa capacidad.
.
También se me ocurría que si uno es feliz
seguramente no necesite pintar, ni hacer ninguna otra cosa porque la felicidad
en su perfección no necesita más. Yo
mismo cuando soy feliz tiendo a pensar que todo está bien como está, incluso
los platos sucios en el fregadero están bien y se me ocurre que habría que pintarlos en lugar de fregarlos. Incluso aunque haya muchísimo mal
evidente en el mundo, incluso aunque me vaya a morir. Por suerte la felicidad
puede darse sin olvidar nada de esto. Es un misterio pero es de agradecer. En
resumidas cuentas, que a la felicidad es mejor no menearla demasiado, no porque
sea frágil, sino porque ¿por qué añadir o cambiar algo en lo que está bien como
está?
.
Con esta lógica los pintores cuya obra busca,
refleja o celebra la felicidad lo que realmente hacen es pretender lo que no
tienen ¿O no?
Pues no. Cuando un pintor es feliz pinta. Y
cuando una gallina pone un huevo cacarea.
Y listo.
.
nota: las imágenes que forman parte de este post son detalles de tres kakemonos que puedes ver completos clickando en la esquina superior de esta página en "acerca de las obras"
1 comentario:
Preciosos kakemonos, contemplarlos te regalan felicidad, porque ¿qué es la felicidad si no momentos de buenos sentimientos que te producen una sonrisa? Pues eso es lo que te producen estas obras.
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