Estoy sentado en la esquina del cuarto junto a la ventana: Los perros
están plácidamente dormidos junto a mí. No hay radio ni música. No hay ruido de
la calle. El sonido más fuerte es el de la pluma sobre el papel. Poco a poco
amanece pero en la habitación aún prevalece la luz de la lámpara. Es con esa
luz que cuando levanto la vista del papel veo el cuadro de Jose frente a mí.
Jose en su habitación, Jose en su palomar lleno de tanta luz que tenía casi
constantemente echadas las persianas para no quedar cegado. En aquella penumbra
se recluía durante horas.
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