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No se me escapa que de manera bastante
peripatética llevo un par de post – y este será el tercero- tratando de
justificar mi actividad como pintor con este asunto de la confianza. Y me
estoy poniendo muy pesado así que voy a ver si redondeo
el argumento y acabo de una vez por
todas.
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Tampoco se me escapa que estoy abusando de las palabras lo que, tratándose
de la Pintura, ocurre en cuanto escribes algo más que el título de la obra. Es
decir: los cuadros han de hablar por sí mismos y si no lo hacen, por mucho que
se deje constancia de las intenciones que supuestamente los sostienen, no se
consigue nada. Salvo quedar en evidencia.
Pues a que soy muy pesado.
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Tan
simple como eso. Soy de las personas a las que les gusta el sonido de su
propia voz, o en su defecto, seguir la secuencia de sus ocurrencias y ver qué pasa. Las ocurrencias son como anzuelos
del pensamiento: a veces sale un buen pez y las más una bota vieja; pero siempre
es divertido tirar del hilo . Entiendo que mirar no lo sea tanto así que no
tienes porqué quedarte. Siempre aviso.
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Ya me centro. Le doy vueltas a esto de la
confianza porque me parece una cuestión muy
importante hoy en día. No voy a hablar de la crisis, tranquilidad-
aunque podría. Voy a centrarme en lo que significa para mí ser pintor en la
actualidad y en porqué es necesaria la confianza para seguirlo siendo. La razón
es evidente: la pintura ahora no interesa. Es un lenguaje agotado,
requetetransitado, exprimido, cumplido y finiquitado.
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Sin embargo está vivo ¡oh! Puede que no para tantos como lo estuvo en
otros momentos de la historia, pero desde luego para muchos - ¿los suficientes?
– con la misma intensidad de siempre, si no más aún.
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¿El motivo? El de siempre también; no puede
haber otro. La pintura permite una complicidad total entre el alma (perdón) del
pintor y la del espectador. No es sólo que no necesite de intermediarios ni de
soporte mediático que diluya la intención del autor, es que ni siquiera
necesita del lenguaje, o las ideas. La comunicación es rotunda, visceral,
profundísima. ... y permanente.
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La gasolina que anima el motor de esa
comunicación es la confianza que los pintores puedan tener en lo que hacen. En
primer lugar en comunicarse consigo mismos, y, luego, si tienen suerte, con los
demás.
Ocurre que en estos tiempos en que la pintura
ya hace tiempo que alcanzó su zénit, en los que sus recursos expresivos parecen
haberse agotado, en los que los movimientos y las ideas utilizan otros
lenguajes que llegan a mucha más gente... los pintores han de tener aun más
confianza que nunca en sí mismos para sacar adelante una obra que está por
hacer – no nos olvidemos de este detalle- y que nadie aguarda. Sólo ellos.
Sólo.
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Si no se tiene confianza por arrobas es
imposible dar un paso adelante y no digamos fuera del estudio.
Por eso la confianza se constituye en un fin
más que en un medio, La finalidad de la pintura es tener confianza en sí misma
y si la tiene la entrega a quien la contempla. ¿No es curioso que sea confianza lo que
más necesitamos actualmente? El milagro de la supervivencia de la pintura es
justamente creer en sí misma, que es también lo que nos va a salvar a todos.
(Pero eso es un efecto colateral. Gracioso, sí; pero ya)
Y por último: (lo juro: por último) a todos
los lenguajes expresivos cuando llegan a su paroxismo final les da por mirarse
el ombligo y hacer de sí mismos el tema principal de reflexión y trabajo. Es lo
normal después de todo lo propuesto sin haber conseguido nada
definitivo – la salvación por ejemplo- Tan sólo meneos en horizontal.
Es entonces cuando el lenguaje se pregunta qué ha fallado, qué ha hecho mal y se
cuestiona a sí mismo hasta los cimientos. Necesita recuperar la confianza en sí
mismo, pero de forma literal en sí mismo. No le vale ser vehículo de ideas o
escuelas, tendencias ni “ismos”. Está felizmente desencantado y paradójicamente
listo para alumbrar su mejor momento... confío.
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Por último -vaya: ¡no tengo palabra!- Los
pintores actuales necesitamos una dosis extra de confianza porque ninguno
sabemos pintar. Lo hemos tenido que gestionar sobre la marcha. Es normal: a
estas alturas en ningún sitio serio te pueden enseñar el oficio. ¿Enseñarte a pintar como
quien? ¿Como los flamencos, como los híper-realistas, como los pop, como los
prerrafaelitas, como los pintores de las cavernas...? Cada movimiento, escuela
o periodo artístico ha desarrollado una técnica que estaba fundamentada en su
idea y concepto del mundo al cual se adaptaba como un guante. Llegados a este
punto final de la historia si alguna escuela se postula tendrá que ser en otro
ámbito; la animación en 3D o qué se yo. El caso es que los pintores, solos,
solitos como ya he dicho, tienen que
desarrollar su propia técnica al tiempo que se aplican en descubrirse a
sí mismos y qué quieren o tienen que contar. La mayoría no tenemos ni idea.
Afortunadamente. Por eso pintar es una cuestión de absoluta confianza. Me
crees, ¿verdad?
,,,
,,,
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1 comentario:
Si.
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