martes, 14 de enero de 2014

del psicoanálisis también se sale





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El post postizo



Este es un  post de mentirijillas, un presentador de malabares, un maestro de ceremonias, un prolegómeno impostado, pues el verdadero post empieza a continuación y no está a la vista. El verdadero post es un tostón que requiere  aviso de “peligro por exposición al aburrimiento en caso de lectura" y si fuera una persona sensata , consecuente y sobre todo pudorosa no lo publicaría, pero no lo soy; así que voy  a utilizar la posibilidad que nos brinda la plataforma de Blogger para estirarme a lo largo y a lo ancho de mi ombligo y al mismo tiempo guardar un poco las apariencias de respeto que me merecen mis hipotéticos lectores. En resumen: si quieres saber lo que cuenta el verdadero post tendrás que llegar al final de esta página y hacer “click” en “más información”. El resto es cosa tuya, estás avisado.

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amapolas




Me congratula informarte de que ya no habrá más post de este cariz ( o de este jaez) puesto que no serán necesarios.  He cumplido uno de los propósitos de este blog que era comprender y explicarme  algunos de  los puntos de partida e  intereses propios que están no tanto en mi trabajo como  en la intención que pongo en él y que quizás estén a la vista de los espectadores pero no a la mía propia. Hay veces que la cercanía te impide la visión. Prácticamente todos los post que he publicado desde que empecé este blog han apuntado al  propósito de hacerme entender pero los últimos se han centrado en ello a saco y, dentro de lo que cabe, estoy satisfecho; así que no es necesario abundar más. Todo lo contrario.


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Sin abuela y sin pudor. Transcripción de lo escrito en el diario el día:


(8 de enero de 2014, miércoles, 8´30 de la mañana)

Estos días he estado publicando post como loco. (Perdón, suena tontísimo. Voy a empezar otra vez)

Estos días los he dedicado a escribir en el blog como si alguien fuera a leerlo o le importara. (Algo mejor) Lo cierto es que lo leo yo y me importa a mí. Ya sé que no parece suficiente pero es lo que hay. Me estoy haciendo una terapia.  Siempre estoy a vueltas tratando de justificarme a mí mismo o… justificar pintura.





No lo he conseguido en el pasado y no lo voy a conseguir ahora tampoco. Pero ¡mira! Tanto escribir al menos ha servido de algo, Ahora sé de donde provienen los “desvaríos”: de tratar de justificar lo injustificable ó mejor dicho lo que quizás no necesita justificación.

En definitiva se trata de explicar mis fracasos. (Los éxitos se explican solos). Empezando por mí elección de ser pintor que en realidad era una incapacidad de ser otra cosa. No era una decisión en positivo. Me hubiera gustado elegir y quién sabe... Quizás hubiera elegido “no ser nada” pero es inviable “no ser nada” : no se sobrevive con ello.

Me parece sin embargo que la gran mayoría de personas es precisamente lo que elegiría. No es frecuente la vocación temprana. Pero aún así te espabilan y luego andas cargando con el peso de esa  decisión  el resto de tu vida. Si tienes suerte y coraje puedes dar un volantazo...
Es como si habiendose casado  por imposición y sin amor, con el tiempo y la dedicación aprendiéramos a amar a nuestra pareja, como las abuelas del pasado. (En el mejor de los casos)  Yo he aprendido a amar lo que hago que básicamente es pintar.

Quizás lo hubiera amado con menos recelos si hubiera entendido antes este funcionamiento. Entonces no me hubiera angustiado tanto por haber sido arrojado a una profesión  tan exigente, que lo primero que te pide es que sepas porqué estás ahí; qué vas a hacer en ella.  ¿Cómo vas a contestar que es prácticamente lo único que se te ocurrió? Y sin embargo es cierto.

Al no aceptar esto me avergonzaba de mí. Era un farsante... Un farsante al que cada cierto tiempo se le pide que exponga sus farsas. Sacarlas a la luz y pretender vivir de ellas. Pretender que son ciertas, pretender que forman parte de lo más excelso que produce el Hombre: Arte.

Pobrecito de mí; qué mal lo he pasado







10´45 

La idea de ser dueño y señor de la propia vida  es reciente. Prácticamente del 68 hacia aquí y en una zona muy restringida del mundo. Lo normal ha sido – y vete tú a saber si volverá a ser- que uno se conforme con la suerte que le ha caído en gracia o en desgracia sin plantearse nada. Tu destino dependía del entorno de tu nacimiento.

Por otra parte, aún pudiendo elegir ¿quién lo hace de verás? ¿Cómo se elige entre lo que no se conoce? Sencillamente es una ilusión. No elegimos. Sólo creemos que lo hacemos. Unos son más conscientes y otros ni se enteran. Pero al fin y  a la postre todos hemos de conocer el sentido de la frase  no hay que hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace. 


Hay veces que se llega a quiere tanto que uno es afortunado y “cree” que eligió bien.

Yo no me engaño. Yo no elegí. Era lo único razonable dadas mis posibilidades y mi personalidad _por más que el término “razonable” en esta actividad suene como un oxímoron—Y es que yo he vivido desde muy al comienzo buscando una salida a hacerme responsable de las obligaciones. Lo más prudente era hacerse irresponsable profesional. Esto es: artista.  Podría haber sido estafador o aventurero pero provengo de un entorno pequeño burgués y católico. Ya está bien con ser “artista”

No es de extrañar que me tirara a la piscina sin importarme demasiado que hubiera agua. Tenía otras preocupaciones más perentorias.  Había decidido ser artista pero no sabía para qué. Había decidido ser pintor y aprender a nadar sobre la marcha.


Dejemos pues de lado el tema de la libertad de elección. Nadie elige previa experiencia. Te fías de lo que te dicen o te aguantas con lo que te ordenan. En el mejor de los casos te agarras como a un clavo ardiendo a intuiciones. La educación que hayas recibido, y me refiero sobre todo a la educación emocional, es importantísima en este fallo.... En cualquier caso lo que procede a continuación es apechugar  y se apechuga encontrándole sentido a tu “elección”

Mi elección fue la de ser artista a pesar de no saber en qué volcar mi interés.

Me he hartado de escribir sobre la confianza. La confianza ciega. Pero esto más que confianza parece cuestión de fe.

(Me resulta curioso estar reflexionando sobre la confianza pese a quien pese y sobre elecciones hechas sin criterio. Resulta que las personas nos ponemos a experimentar con nuestras vidas a ver si es la realidad la que se acomoda a las teorías. Lo gracioso es que la realidad es tan diversa y moldeable que a menudo encontramos en ella la confirmación que buscamos por muy disparatada que haya sido nuestra propuesta.)



Ayer me ocurrió una cosa hermosa. Tenía preparado los post que quería publicar y había estado recuperando del ordenador unas imágenes para ilustrarlos. Cuadros que hice cuando tenía el estudio en la calle Carretas,, hace muchos años. Aún me gustaban así que puse uno de ellos como  salvapantallas.  El monitor queda justo debajo del gran cuadro del "Pinar de las siete hermanas"  que he pintado hace poco; pues bien: al ver el conjunto de la escena me sorprendió descubrir las semejanzas entre los dos cuadros. Parecían coetáneos.

Siempre me ha torturado mi falta de criterio, mi no saber qué hacer ni por qué hago las cosas. Ver estos dos cuadros juntos me descubrió que por el contrario siempre he sabido lo que hacía. De hecho, aunque reconozco que en medio de mis dudas he flirteado con diferentes caminos tentadores, vistosos y con buenos resultados, siempre he vuelto a lo mismo. Manadas de caballos salvajes, Ítaca, almendros en flor... el dibujo y la pintura sin complicaciones. Así me gusta vivir. Así entiendo la vida. Esa es mi teoría particular y es lo que pruebo en llevar a la práctica con mis acciones, con mis elecciones y mis dejaciones también. Y con mi trabajo, desde luego.



Son las cinco de la tarde y vuelvo al tema. Supongo que para repetirme.
¿Por qué es tan importante constatar que dos cuadros que he pintado con 15 años de distancia  se parecen? Porque eso quiere decir que me reconozco. Quiere decir que reconozco que tenía algo que decir y que lo llevo diciendo 15, 20 años. Suena terríblemente  aburrido, pero para alguien que pensaba que estaba flotando es reconfortante. Y francamente ni siquiera me importa si lo que llevo diciendo es interesante o no. Ni siquiera me interesa si eso que llevo diciendo es original o no. Lo siento como propio y a mí me interesa. Lo miro, lo veo y me digo “bien hecho”

Hay una razón más de peso para alegrarme. No soy un niño. No sólo he pasado el ecuador de mi vida (quizás ya hace mucho) sino que también he pasado (hace muchísimo) el ecuador de mi vida laboral. No me queda por delante mucho tiempo para recuperar todo lo que las dudas, las inseguridades y los tanteos y devaneos me han sustraído.

Pero no podía avanzar sin confianza en mi valía. Poca o mucha valía pero mía. Lo importante no es la poca o mucha valía sino grandes dosis de confianza. .

Ahora que he ganado mi confianza puedo avanzar más ligero, más alegre y ligero... y sobre todo más directo.

Juhuuuu!