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Si
te interesa saber lo que dije o cuales fueron los trabajos que mostré, sólo tienes que hacer “click” en la etiqueta correspondiente en la esquina superior
de tu derecha en la pantalla del ordenador. Yo sólo retengo una ligera idea pero con eso me basta. Me
ocurre lo que con el nombre de las flores: sé que tienen uno pero no me importa
saber exactamente cuál es. Los nombres tienen sentido cuando hay una razón para
compartirlos. Mientras tanto son sólo un sonido hueco que las corrientes de mi
cabecita no consiguen retener.
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Sé que escribí sobre los Kakemonos pero
fue hace tiempo y ya es agua pasada así que a riesgo de repetirme, prefiero
escribir de nuevo y actualizar la experiencia.
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Esto de los Kakemonos lo llevo “practicando” a intervalos
desde hace tiempo pero siempre es más o menos el mismo concepto. Se trata de
pintar de la manera más inmediata y espontánea posible el motivo que tengo
delante, sin interferencias del pensamiento, sin estrategias ni ideología. Se
trata de pintar como si pintar fuera un
acto natural y reflejo igual que respirar, parpadear o poner un pie delante del otro.
En fin. Se trata de una entelequia, pero
hay veces, hay momentos en los que realmente me acerco mucho, tanto que estoy
dentro, tanto que ya no distingo entre la pintura, el motivo y yo mismo.
Naturalmente es una sensación maravillosa y espero y confío en que la obra lo
haya recogido entre sus trazos y lo conserve y lo trasmita al espectador.
Transmitir... ¿qué? ... la Felicidad ¿qué si no?
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