Parece ser que los protocolos que tratan de
estos asuntos de blogs aconsejan mantener una periodicidad constante de al
menos dos o tres post por semana. En realidad más que un consejo es una
advertencia... aun más: una amenaza. Si quieres ser algo en
este mundo tan superpoblado más te vale espabilar... Supongo que es cierto así
que desde ahora y desde ya declaro que no me interesa ser algo sobre todo si es a costa de escribir sin ganas y/o con la
lengua fuera. Por otra parte es verdad que ni soy tan eficaz ni tengo tantas
cosas que contar...de modo que aunque quisiera estar a tono, no podría. Todo esto viene a cuento porque hace una semana larga que
terminé el cuadro del “pinar de las siete hermanas” y lo publiqué en el blog, y
desde entonces me he permitido estar con la cabeza en otros menesteres y ahora
me cuesta orientarme de nuevo.
Casi siempre que esto me ocurre me da por
ordenar el estudio. No dispongo de mucho sitio y además acumulo un montón de
material. De modo que si quiero estar cómodo es a costa de buscar continuamente nuevas combinaciones para optimizar el espacio y ordenar todo lo que tengo, incluyendome a mí.
En estas estaba cuando aparecieron un par
de cuadros que tenía almacenados y al verlos pensé “mira: aquí está el próximo post”
Son dos cuadros que pinté hace algún tiempo (dejémoslo así: ya que el tiempo es
relativo no es necesario ser preciso) y que, a pesar de que creo
que son dos buenos cuadros, no han encontrado aún quien quiera hacer de ellos
una buena compañía. De modo que intermitentemente me acompañan a mí y yo a
ellos (Véase en este blog el post “vivir
con cuadros”)
Ordenando el estudio aparecieron también
otras pinturas, dibujos y cuadernos...apareció de todo, (siempre es así) Pero
me he quedado con estas dos imágenes para continuar el blog porque enlazan
con el último post y me sirven para retomar uno de los temas que más me
dan que pensar en mi vida y en mi obra y que no es otra cosa que el misterio
que hay en dar por concluido algo.
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higuera |
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Los que hayáis seguido este blog desde el principio
ya sabéis que este es un asunto con el que (me) machaco una y otra vez _véase
“de pinturas y obsesiones” o “la mujer más bella del mundo”- Algunos de mis
procesos de trabajo tratan de solucionar el problema utilizando la técnica de
forma que no me permita demorarme en la realización. Este es en el caso de las Vacuarelas o los Kakemonos...
Para otras disciplinas he llegado a imponerme la regla de dar por concluido el
trabajo en un plazo de tiempo determinado, forzándome con ello a pintar sin
considerar. Creo que tengo miedo de mis indecisiones, de las dudas y de las
posibilidades que intuyo tras cada motivo y que con buenas razones me llevan a
perderme en la nada tras jornadas y
jornadas de trabajo. Esto es pesadísimo y muy frustrante.
Cuando me planteo una tarea ambiciosa como en
el caso de “el pinar...” intento acotar la ruta antes de emprender la tarea y
para ello hago dibujos y estudios previos. (En este blog: “dibujos de un pinar”
y “pinar boceto”) Y aún así a punto estoy siempre de irme a donde no espero
(¿ni quiero? Véase “pero cómo que el mar”)...En resumen: una lata.
Con estos dos cuadros que he elegido para continuar el blog,
ocurrió justo lo contrario: me encontré con el cuadro terminado mucho antes de
lo que esperaba. Sin duda es infinitamente más grato que no encontrar la manera
de terminarlo pero, francamente, si lo piensas bien, igual de desconcertante.
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