lunes, 18 de noviembre de 2013

acabar... ¿Qué?





Parece ser que los protocolos que tratan de estos asuntos de blogs aconsejan mantener una periodicidad constante de al menos dos o tres post por semana. En realidad más que un consejo es una advertencia... aun más: una amenaza. Si quieres ser algo en este mundo tan superpoblado más te vale espabilar... Supongo que es cierto así que desde ahora y desde ya declaro que no me interesa ser algo sobre todo si es a costa de escribir sin ganas y/o con la lengua fuera. Por otra parte es verdad que ni soy tan eficaz ni tengo tantas cosas que contar...de modo que aunque quisiera estar a tono, no podría. Todo esto viene a cuento porque hace una semana larga que terminé el cuadro del “pinar de las siete hermanas” y lo publiqué en el blog, y desde entonces me he permitido estar con la cabeza en otros menesteres y ahora me cuesta orientarme de nuevo.


Casi siempre que esto me ocurre me da por ordenar el estudio. No dispongo de mucho sitio y además acumulo un montón de material.  De modo que si quiero  estar   cómodo  es a costa de buscar continuamente nuevas combinaciones para optimizar  el espacio y ordenar todo lo que tengo, incluyendome a mí.



En estas estaba cuando aparecieron un par de cuadros que tenía almacenados y al verlos pensé “mira: aquí está el próximo post” Son dos cuadros que pinté hace algún tiempo (dejémoslo así: ya que el tiempo es relativo no es necesario ser preciso) y que, a pesar de que creo que son dos buenos cuadros, no han encontrado aún quien quiera hacer de ellos una buena compañía. De modo que intermitentemente me acompañan a mí y yo a ellos (Véase en este blog  el post “vivir con cuadros”)



Ordenando el estudio aparecieron también otras pinturas, dibujos y cuadernos...apareció de todo, (siempre es así) Pero me he quedado con estas dos imágenes para continuar el blog porque enlazan con el último post y me sirven para retomar uno de los temas que más me dan que pensar en mi vida y en mi obra y que no es otra cosa que el misterio que hay en dar por concluido algo.

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higuera



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Los que hayáis seguido este blog desde el principio ya sabéis que este es un asunto con el que (me) machaco una y otra vez _véase “de pinturas y obsesiones” o “la mujer más bella del mundo”- Algunos de mis procesos de trabajo tratan de solucionar el problema utilizando la técnica de forma que no me permita demorarme en la realización. Este es  en el caso de las Vacuarelas o los Kakemonos... Para otras disciplinas he llegado a imponerme la regla de dar por concluido el trabajo en un plazo de tiempo determinado, forzándome con ello a pintar sin considerar. Creo que tengo miedo de mis indecisiones, de las dudas y de las posibilidades que intuyo tras cada motivo y que con buenas razones me llevan a perderme en la nada  tras jornadas y jornadas de trabajo. Esto es pesadísimo y muy frustrante.

Cuando me planteo una tarea ambiciosa como en el caso de “el pinar...” intento acotar la ruta antes de emprender la tarea y para ello hago dibujos y estudios previos. (En este blog: “dibujos de un pinar” y “pinar boceto”) Y aún así a punto estoy siempre de irme a donde no espero (¿ni quiero? Véase “pero cómo que el mar”)...En resumen: una lata.

Con estos dos  cuadros que he elegido para continuar el blog, ocurrió justo lo contrario: me encontré con el cuadro terminado mucho antes de lo que esperaba. Sin duda es infinitamente más grato que no encontrar la manera de terminarlo pero, francamente, si lo piensas bien, igual de desconcertante.

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no me acuerdo cómo le puse a este cuadro.



Obra tras obra, cuadro tras cuadro, me parece que estoy aprendiendo que el problema del "control" está en un exceso de soberbia o en no haber comprendido bien cual es el verdadero papel del autor. De hecho me parece que el supuesto "autor"  es realmente un actor. La obra parece tener vida propia y tomar sus propias iniciativas. El "autor" es un actor al servicio de no se sabe qué al que intenta convencer de que le deje tomar las riendas.  Hace los deberes y se cree que es quien dispone. Pero no lo es. Simplemente se obra a través suyo. Unas veces se le complace, otras se le sorprende y otras se juega con él.  Esto es irrelevante. Lo que importa es la huella de aquél "No Se Sabe" que queda en la obra cuando está terminada.  Es esa huella lo que hace que una obra esté terminada.













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