Son las
8.10 de la mañana pero me he levantado a las 6.30. Aún era de noche; ahora no es
de día pero cuando termine de escribir esta frase y tú termines de leerla, lo
será. El cielo amanece limpio y frío de invierno. Curra se ha acurrucado
conmigo en el sofá y Benita también busca la cercanía colocándose en
la esquina de la mesa al alcance de mi mano. Pero bien se que si intento
acariciarla hará un remilgo y saltará
..
He
empezado este cuaderno que compré ayer y lo he forrado con el mismo papel que
otros dos cuadernos que tengo preparados para llenarlos de dibujos. Uno para
pluma y otro para lápiz. También he guardado papel para forrar otros dos
cuadernos más que tengo abandonados desde hace algunos años. Hace mucho que no
dibujo con la intensidad en que lo hice. ¿Porqué? No lo sé. No recuerdo la
razón por la que empecé a llenar cuadernos ni por qué dejé de hacerlo. Me
gustaría saber algo más de mí.
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Se me
ocurre que las intenciones que se concitan para llevar a cabo una tarea, sea
cual sea, son como las hebras de una cuerda. Son muchas y se entrelazan unas con
otras hasta formar un único cuerpo con el que amarran un propósito. La cuerda
parece una sola cosa pero en realidad observándola de cerca no es así.
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Cuando
la tensión es muy fuerte o por el mero desgaste del tiempo, los filamentos se
van debilitando hasta que las pequeñas cuerdecitas se van rompiendo una a una
imperceptiblemente al principio y luego cada vez más rápido hasta que, de
repente, la cuerda se partió. Quizás se pueda volver a trenzar o hacer un nudo
para restaurar la cuerda y habremos aprendido un par de cosas: que los gestos
espontáneos contienen un montón de información a la que no hacemos caso y que cuando nos vemos obligados a hacerlo el
gesto deja de ser espontáneo aunque no por ello deja de tener valor e incluso
es más bello y más rico.
Supongo
que hubo muchas pequeñas razones que me llevaron a completar un cuaderno tras
otro. Esas razones se fueron satisfaciendo o desgastando. Un día, con un
lindísimo cuaderno casi nuevo entre las manos me quedé con la pluma en suspenso
y me dije: " ya está. Me aburre dibujar siempre lo mismo”. La cuerda se había
terminado de romper.
Me resulta gracioso reparar en las palabras con las que me hablé porque “lo mismo” no era el mismo motivo de siempre, como podían haber sido los gatos o mis pies. Al contrario en ese momento me hallaba en Barcelona, en un jardín en un patio gótico a la sombra de naranjos y jacarandas. Creo que por "lo mismo” me regañaba refiriéndome a “de la misma manera” sin que me aportara nada nuevo ni sin ser capaz yo de renovarme.
Me resulta gracioso reparar en las palabras con las que me hablé porque “lo mismo” no era el mismo motivo de siempre, como podían haber sido los gatos o mis pies. Al contrario en ese momento me hallaba en Barcelona, en un jardín en un patio gótico a la sombra de naranjos y jacarandas. Creo que por "lo mismo” me regañaba refiriéndome a “de la misma manera” sin que me aportara nada nuevo ni sin ser capaz yo de renovarme.
Veréis,
creo comprender que una de las principales razones por las que uno emprende una
tarea, la que sea: barrer una escalera, estudiar para ingeniero o pintar un
cuadro, es la de “vivir más”. Vivir al menos dos veces más. Una la de costumbre y otra la del que se ve haciendo la tarea.
Y luego está la de “vivir más” en el sentido de vivir experiencias que
hasta entonces no te propusiste y que son necesarias para la consecución del proyecto.
Desde
luego si le damos crédito a la Teoría Casera de las Cuerdas, esta motivación de
“vivir más" sería una de las hebras más importantes y fuertes, creo yo...
El caso
es que con los cuadernos puedes ejercitarte en cualquier parte y situación.
Allá donde estés y a donde vayas puedes sacar tu cuaderno y hacer un dibujo.
Puedes estar en una aburrida tarde de domingo y hacer el dibujo de lo que
tienes delante y la tarde se convierte en una ocasión para pasarlo bien. Puedes
acabar de conocer a alguien y tomar el cuaderno para mirar atentamente o
constatar cuan variada es la mirada si se trata del rostro de alguien a quien
ya has dibujado mil veces y aún puedes dibujar mil veces más.
Pero
claro: tienes que tener ilusión. Ilusión y el atrevimiento de pensar que todo
eso es posible. Y a veces uno se estanca. ¿No es cierto?
.
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Quizás
también haya un propósito, una función y una necesidad en el estancamiento. ¿Porqué
no? Y si no la hay habría que inventarse una, o muchas ya que si parece ser que
es inevitable que ocurra, no veo la razón para no ver en ello una, otra,
oportunidad para comprender. Que también es otra ocasión de “vivir más”
.
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1 comentario:
No dejes de escribir nunca.Yo soy un hilillo de esa cuerda.María Manzana.
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