domingo, 5 de enero de 2014

amanecer en Itaca

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estado provisional






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 Si Ítaca está en mis cuadros, ¿qué es lo que tú ves?. Supongo que Ítaca significa algo distinto para cada persona, aunque me parece que es cuestión de matiz. Para mí Ítaca viene a ser confianza. La confianza en mí mismo y por ende en la vida. La misma confianza que sentía cuando era niño y pintaba caballos. Así pues, pintar con confianza significa pintar la confianza. Y que todos puedan ver su rostro y saber, comprender, que es posible. Un amigo mío repetía: el Miedo nos dice “quiero que estés a salvo” Y el Amor: “estás a salvo” Pues eso.



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Ítaca.



No sé qué día es hoy. De la semana, me refiero... ¡Nada... ni idea!  Intento hacer memoria y buscar referencias pero no las encuentro. Entre tanta fiesta se me ha ido la bola. Me parece que es jueves.... ¡Pues claro que es jueves, tontaina! No tenía más que mirar la anterior anotación: esto es un diario. Un diario bastante estrecho pero un diario al fin y al cabo.



Es de noche aun y está lloviendo; Me he despertado a las siete por costumbre y por fortuna porque tenía sueño y hubiera seguido durmiendo. Pero entonces hubiera faltado al guión que me he trazado y ese guión me pide que me levante a las siete, que escriba un rato mientras me tomo el café, que saque a pasear a los perros y que esté listo para empezar a pintar a las nueve.



Lo que no me dice el guión es cómo levantarse  con ganas, ni cómo hacer para que me guste el mismo café de siempre, ni  que sepa de qué escribir, ni tampoco que no llueva durante el paseo y mucho menos que le encuentre el sentido a pintar.



Es curioso como cada día ponemos en solfa la pertinencia de las pautas. ¡Cada día! Qué aburrimiento. Cada día hay que convencerse de que lo que se ha de hacer es la mejor de las opciones...disponibles; y muchos días hay que  ponerse en marcha sin haberlo conseguido.



Me parece que aun estoy medio dormido



El cuadro me espera. Ayer lo miraba de cuando en cuando entre las brumas de la resaca post-Nochevieja. Creo que puede ser un cuadro estupendo. Ha de ser un cuadro estupendo. Antes de anoche, en plena verborrea etílica, lo proclamaba a todo el mundo: El cuadro me dice lo que le he de hacer. Me dice “pon aquí un poquito más de luz” o “entre estas dos manchas dibuja un camino” o “este es el sitio para colocar una  figura”



 Es fantástico cuando esto ocurre. Me hace sentir como el niño que fui al que le gustaba dibujar manadas de caballos. En cada  comienzo sólo sabía que iba a dibujar caballos; mas nada acerca de si iban a ser muchos o pocos ni de qué harían: pacer, galopar, huir, vadear... las posibilidades estaban abiertas así que empezaba por una cola (yo siempre empezaba los caballos por la cola) y después venía todo lo demás. El dibujo se desplegaba desde la punta del lápiz e iba cogiendo forma y argumento. Mi mano era la mano del dibujo y yo apenas interfería. Sigo pensando que lo idóneo es no interferir entre el cuadro y la mano que lo pinta.



Ya son las ocho. Los perros están dormidos junto a mí. Los gatos hacen la ronda  pasillo arriba y abajo. Llueve. Lo más importante es el cuadro. Tengo que levantarme y salir a la calle, sólo para estar de vuelta cuanto antes y tener una hermosa sesión de pintura que de sentido a mi vida... a este guión hueco.



Son ahora las 9´20. Estoy en el estudio y miro  el cuadro a hurtadillas. Tomo café para entretener la espera y, por supuesto, escribo... o esto. Son momentos en los que pica la incertidumbre... ¿y si el cuadro no me habla hoy? ¿Y si yo estoy sordo o me muestro cobarde? Me digo a mí mismo “no Jorge, no: recular es un lujo que no te puedes permitir”. Hoy, hace un rato, durante el paseo, andando junto al centro de día de ancianos  he echado una mirada al interior. Las luces estaban encendidas y en el comedor aguardaban  cinco personas bajo la espantosa luz de "bajo consumo". Cuatro sentadas frente a frente en una mesa y otra, una mujer más joven – que no joven en absoluto- sentada sola en la mesa de al lado mirándose las manos. La imagen era potentísima, bellísima, como tantas otras. Inmediatamente como siempre me pasa, me imaginé un cuadro y pensé: “Jorge, tienes que conseguir terminar bien lo que estás pintando porque te aguardan otros muchos cuadros más y porque por primera vez crees que puedes hacerlo sin torturarte a cada momento con la inminente posibilidad de arruinarlo” Más o menos eso es lo que me he dicho.



Quizás sea una tontería, quizás sea como tiene que ser... pero es que  he descubierto recientemente que pintar no tiene porqué ser una lucha constante con uno mismo. Una lucha salpicada de momentos alentadores en los que las cosas,  sólo como por milagro, ocurren de manera perfecta. He descubierto, estoy descubriendo, que pintar tambien puede ser un juego de ensimismamiento en el que se puede entrar sin violencias, quedarse el tiempo que uno quiera y sentirse cómodo; no temer ser expulsado, salir, volver a entrar y ser siempre admitido.



¿Qué cómo es que estoy haciendo este descubrimiento, ahora, a mis casi 200 años? ¿Que algo tan básico tendría que tenerlo archí sabido desde el comienzo? ¿Que va a ser porque esto un espejismo o  una falsa epifanía?



No tengo respuestas concluyentes. A veces las cosas más simples y evidentes están disponibles y uno no repara porque anda buscando verdades de relumbrón... puede ser... Quizás sea necesario un largo viaje para dejar atrás esas búsquedas y estar de regreso  a Ítaca.





Lo cierto es que desde el cuadro de la granja de Luxemburgo, poco a poco, me he ido acercando a esta posibilidad de la que hablo hoy. Ayer, antes de ayer... no me acuerdo, encontré de súbito en mi memoria con una imagen que funciona como  las palabritas de   “ábrete Sésamo”  y que resulta necesaria y  definitiva para producir el milagro de la vuelta a casa: mi propia imagen, mi recuerdo de niño pintando caballos. Manadas de caballos. ¡Lo que más me gustaba hacer en el mundo! Nunca jamás dudaba de mí en aquellos momentos.





 Siempre he considerado que el arte no puede ser una actividad que nazca y muera en el propio artista, No debe limitarse a satisfacer las propias necesidades sin tener en cuenta a los demás. Por otro lado soy refractario a un arte que atienda a las ideas y mucho menos a los ideales. Me parecen inconsistentes y peligrosos. Me parece que los proyectos, las ideas aplicadas al arte (y a todo) pueden ser atacadas, rebatidas, sujeto de polémica y por tanto ´causa de distracción de la principal obligación a la que se debe  el arte,  que es: ... no lo sé. ¿Devolver algo de lo que se nos da? Sí que creo empero que “todo arte es político” como todo lo que hacemos y dejamos de hacer pues somos animales sociales. Me incomoda... me ha incomodado  no saber a qué carta jugármela: no puedo ni quiero tener ideas y no puedo ni debo dejar de tener un fin político.



En definitiva: ¿para qué ha de servir la Pintura, mi pintura?



Y si fuera el pasaje a Ítaca... Y si sirviera para hacer constar que este viaje tiene final feliz...



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Ooshi frente al "Amanecer en Itaca" en un momento de duda





1 comentario:

Alice dijo...

( es que no puedo creer que escribieras pensaras sintieras todo esto... eres de verdad? una persona real? o es un invento mio?)