Estas son más o menos las primeras palabras con las que
empiezo casi todos los días a escribir en un pequeño cuaderno. Luego anoto alguna cosa sobre los gatos que
me rondan esperando su comida y paso a escribir sobre la tarea que tengo entre
manos: cuales fueron los sucesos del día
anterior y cuales espero para el que empieza.
Pocas veces anoto ningún comentario personal o si lo hago es muy por
encima. Supongo que mi trabajo es para mí algo absolutamente personal y contarme cómo lo llevo, qué problemas tengo, donde quiero llevarlo y sobre todo por qué lo hago, es suficiente motivo de enfoque.
Las cuestiones personales no interesan más que a quien las
protagoniza y con suerte a un reducido grupo de allegados para las que también
son propias. Es normal. A medida que el
círculo de relaciones se abre, el
interés en lo personal se va debilitando como las ondas en el agua. Si quieres despertar el interés de alguien no
le cuentes tu vida. Esto lo sabe todo el mundo.
Ya puedes tener las experiencias de Marco Polo o la vida interior de Emily Dickinson. Si no lo sabes contar no interesa; ese es el quid.
Y si permites que te cuenten la suya, tampoco funciona. Sólo
serás público. No hay relación.
Todo esto lo sé y sin embargo, hasta ahora, en
todos los post que he publicado en este blog mantengo un tono autobiográfico
excesivo con el que resulto cargante a mis amigos y con el que voy a conseguir que si
algún desconocido cae en él salga huyendo como
la peste. Me temo que no quiero y
no puedo enmendarme.
El más autobiográfico
fue el último post.
No estoy seguro de haberlo conseguido (porque esa es otra)
pero lo que quería explicar es que son las circunstancias personales las que
dan paso a las demás. Es por eso por lo
que escribo de mí en lugar de hacerlo sólo de mi trabajo.
Repasando: sentí que estaba rodeado de
posibilidades y que no era necesario hacer nada excepcional para que esas
posibilidades fueran excepcionales porque ya lo eran. Ya lo son.
Mi trabajo como pintor, dibujante, fotógrafo es el de un
recolector. Tomo lo que soy capaz de ver
o de vivir. Una parte, una pequeña parte porque las limitaciones son enormes –sobre esto escribí
en “postales de la playa”- Pero no
importa, al contrario: las limitaciones te hacen ser selectivo. Destaco lo que siento que es mi deber. Lo tomo y lo pongo en un lienzo, en una hoja
o en un blog y me quedo satisfecho
porque tengo esa necesidad. Todos
la tenemos, ¿no? Todos tenemos la necesidad de compartir lo que nos pasa: lo
hacemos de mil maneras. En la barra de
un bar o en forma de instalación
conceptual.
Lo que tiene valor es que resulte interesante porque al fin
y al cabo todos sentimos lo mismo.
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