martes, 3 de septiembre de 2013

solutamente personal







Son las ocho de la mañana y hoy es 3 de septiembre. Está saliendo el sol.



 


Estas son más o menos las primeras palabras con las que empiezo casi todos los días a escribir en un pequeño cuaderno.  Luego anoto alguna cosa sobre los gatos que me rondan esperando su comida y paso a escribir sobre la tarea que tengo entre manos: cuales fueron los sucesos del  día anterior  y cuales espero para el que  empieza.  Pocas veces anoto ningún comentario personal o si lo hago es muy por encima. Supongo que mi trabajo es para mí algo absolutamente personal  y   contarme cómo lo llevo, qué problemas tengo,  donde quiero llevarlo y sobre todo  por qué lo hago,  es suficiente motivo de enfoque.






Las cuestiones personales no interesan más que a quien las protagoniza y con suerte a un reducido grupo de allegados para las que también son propias. Es normal.  A medida que el círculo de relaciones se abre,  el interés en lo personal se va debilitando como las ondas en el agua.  Si quieres despertar el interés de alguien no le cuentes tu vida. Esto lo sabe todo el mundo.  Ya puedes tener las experiencias de Marco Polo o la vida interior de  Emily Dickinson. Si no lo sabes contar no interesa; ese es el quid.  Y si permites que te cuenten la suya, tampoco funciona.   Sólo serás público.  No hay relación.






Todo  esto lo sé y sin embargo, hasta ahora, en todos los post que he publicado en este blog mantengo un tono autobiográfico excesivo  con el que resulto cargante a  mis amigos y con el que voy a conseguir que si algún desconocido cae en él salga huyendo como  la peste.  Me temo que no quiero y no puedo enmendarme. 






 El más autobiográfico fue el último post. 







No estoy seguro de haberlo conseguido (porque esa es otra) pero lo que quería explicar es que son las circunstancias personales las que dan paso a las demás.  Es por eso por lo que escribo de mí en lugar de hacerlo sólo de mi trabajo.







   Repasando: sentí que estaba rodeado de posibilidades y que no era necesario hacer nada excepcional para que esas posibilidades fueran excepcionales porque ya lo eran. Ya lo son.










Mi trabajo como pintor, dibujante, fotógrafo es el de un recolector.  Tomo lo que soy capaz de ver o de vivir. Una parte, una pequeña parte porque las  limitaciones son enormes –sobre esto escribí en “postales de la playa”-  Pero no importa, al contrario: las limitaciones te hacen ser selectivo.  Destaco lo que siento que es mi deber.  Lo tomo y lo pongo en un lienzo, en una hoja o en un blog y me quedo satisfecho  porque tengo esa necesidad.  Todos la tenemos, ¿no? Todos tenemos la necesidad de compartir lo que nos pasa: lo hacemos  de mil maneras. En la barra de un bar o en forma de  instalación conceptual.










Lo que tiene valor es que resulte interesante porque al fin y al cabo todos sentimos lo mismo.




















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