domingo, 29 de septiembre de 2013

Pinturas como Nosotros (1)









Plantearse hacer un retrato seriamente es un desatino destinado al fracaso.

Lo sé yo de muy buena tinta por experiencia propia. Sin embargo no renuncio a intentarlo.

¿Qué pretenden los pintores, los fotógrafos, los escultores, los narradores, los cineastas...cuando abordan el tema del retrato? ¿Qué otra cosa pueden querer si no dar vida?

O tomar la vida de un semejante y dar fe de ella con tal verdad e intensidad que a partir de ese momento de creación, ambos, el retrato y el retratado, sean “intercambiables”.




Planteado así da un poco de miedito, ¿no?

¿Puede un artista ir tan lejos?


No. Por supuesto que no puede;  pero  aseguro que lo intenta y que lo desea ardientemente.

Naturalmente no me refiero a los que hacen imágenes para colocar encima de las chimeneas, ni a los que quitan granos con un programa de ordenador.

A  esos no los considero.
                                                                                    
 Ni a su clientela tampoco.

Como tampoco considero a los que banalizan la personalidad hasta hacerla imagen estereotipada o mera figura.


Ni a los que utilizan a su modelo como coartada para retratarse a sí mismos en un alarde de ego y de estilo.  


                      



Me refiero a aquellos artistas que en la cola del paro,  en un vagón de tren o en un restaurante de lujo, se plantan delante de un rostro y se preguntan qué hay detrás, el porqué de una expresión, la permanencia de unos rasgos y si le es posible comprender qué está viendo más allá de lo circunstancial. 

Ese artista en potencia puede ser cualquiera. 




Pintar o cualquier otra forma que elijamos es tan solo una manera de dar forma a esa pregunta; de comprobar cuan lejos podemos llegar.

La distancia que hay entre el retrato y el retratado es la medida del fracaso del intento.

Pero en el proyecto hay  nobleza suficiente que lo justifica.

Creo yo.







(continuará)



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1 comentario:

Enrique Cordovez dijo...

Lo hermoso de la pintura es ir más allá de la simple imagen, un homenaje a lo que esa imagen expresa, dice desde su interior. El pincel es el medio por el cual esa expresión explota y nos conmueve. Tu lo consigues, no solo con los retratos, sino en todo lo que pintas. Siempre vas más allá y siempre conmueves de una manera u otra. Tu pintura, lejos de pasar desapercibida, cuenta cosas, provoca curiosidad, te sitúa en un estado, sea cual sea y jamás te deja frio. Eso es lo autético y lo que le dá personalidad a tu obra, ya que solo tú puedes mostrar las cosas como tú las captas.