Plantearse hacer
un retrato seriamente es un desatino destinado al fracaso.
Lo sé yo de muy buena tinta por experiencia propia. Sin embargo no
renuncio a intentarlo.
¿Qué pretenden los
pintores, los fotógrafos, los escultores, los narradores, los cineastas...cuando
abordan el tema del retrato? ¿Qué otra cosa pueden querer si no dar vida?
O tomar la vida de
un semejante y dar fe de ella con tal verdad e intensidad que a partir de ese
momento de creación, ambos, el retrato y el retratado, sean “intercambiables”.
Planteado así da
un poco de miedito, ¿no?
¿Puede un artista
ir tan lejos?
No. Por supuesto
que no puede; pero aseguro que lo intenta y que lo desea
ardientemente.
Naturalmente no me refiero a los que hacen imágenes para colocar encima
de las chimeneas, ni a los que quitan granos con un programa de ordenador.
A esos no los considero.
Ni a su clientela tampoco.
Como tampoco considero a los que banalizan la personalidad hasta
hacerla imagen estereotipada o mera figura.
Ni a los que utilizan a su modelo como coartada para retratarse a sí
mismos en un alarde de ego y de estilo.
Me refiero a
aquellos artistas que en la cola del paro,
en un vagón de tren o en un restaurante de lujo, se plantan delante de
un rostro y se preguntan qué hay detrás, el porqué de una expresión, la
permanencia de unos rasgos y si le es posible comprender qué está viendo más
allá de lo circunstancial.
Ese artista en
potencia puede ser cualquiera.
Pintar o cualquier
otra forma que elijamos es tan solo una manera de dar forma a esa pregunta; de
comprobar cuan lejos podemos llegar.
La distancia que
hay entre el retrato y el retratado es la medida del fracaso del intento.
Pero en el
proyecto hay nobleza suficiente que lo
justifica.
Creo yo.
(continuará)
.
.
1 comentario:
Lo hermoso de la pintura es ir más allá de la simple imagen, un homenaje a lo que esa imagen expresa, dice desde su interior. El pincel es el medio por el cual esa expresión explota y nos conmueve. Tu lo consigues, no solo con los retratos, sino en todo lo que pintas. Siempre vas más allá y siempre conmueves de una manera u otra. Tu pintura, lejos de pasar desapercibida, cuenta cosas, provoca curiosidad, te sitúa en un estado, sea cual sea y jamás te deja frio. Eso es lo autético y lo que le dá personalidad a tu obra, ya que solo tú puedes mostrar las cosas como tú las captas.
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