La Percepción y la Memoria.
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He estado mirando los dibujos que he
venido haciendo para preparar el cuadro de “el lector”; hasta este último con el
que ya me encuentro cómodo. He
encontrado que todos los dibujos están bien. No hay ninguno que
“objetivamente” sea mejor o más conveniente; pero en uno, en este último, se da
la justa medida, la proporción entre elementos que me hacen decir: Sí, esto
es. Pintar con la memoria dirigiendo el proyecto obliga a cotejar diferentes
versiones de un mismo tema hasta que uno reconoce lo que recuerda.
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No se puede ir a tiro hecho. Yo por lo menos no puedo. Supongo que
cuando miro algo, lo que sea, determinados elementos ocupan un primer plano sin
que nadie, ni mucho menos yo, intervenga en esta selección. A veces lo que veo tiene tanto poder de
sugestión que me digo que merece la pena dedicarle un montón de tiempo y
energía y pintarlo. Pero en realidad no sé qué
es lo que he visto. Me doy cuenta porque cuando me pongo a la tarea no paro de
decirme: esto no es... esto tampoco... ni esto... Creo que ni yo ni nadie somos muy
conscientes de cuáles son los elementos que destacamos de una escena. Ni
siquiera somos conscientes de que destaquemos algunos elementos y que otros se
queden en un plano de comparsa. Miramos, vemos y ya está. Pues no. Ni siquiera
las máquinas fotográficas registran las imágenes así.
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Es fácil caer en la cuenta de todo esto con algún ejemplo de lo más
obvio: si buscamos a una persona entre la multitud, enseguida se nos vendrán
sus rasgos a la vista pues nuestra percepción los hace destacar del resto. Pero... qué es lo que está pasando en nuestro interior
cuando “algo”, no sabemos qué, nos hace detenernos y mirar un rato. Es un misterio. Uno se da
cuenta de que no ve con los ojos; no sólo con los ojos, desde luego.
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Como soy “evolucionista” no tengo ningún conflicto en suponer que este
es un fenómeno de adaptación al medio por parte de la especie humana – tan exitosa
que está a punto de morir de éxito-
Resulta muy conveniente ante un entorno tan extraordinariamente rico y
variado como el mundo-mundial, tan incontingente... que haya especialistas de
todo tipo que puedan avisar a los demás de aquello que de otro modo se les
pasaría por alto. Los especialistas son sensibles a las señales de los campos de su
especialidad. Nadie sabe muy bien cuál es la especialidad de los artistas, lo
que es perfectamente lógico porque no hay un único tipo de artista. Ni dos, ni tan
siquiera tres o cuatro. Hay más: quizás en este momento de la historia haya
tantos tipos de artistas como artistas. Cada uno define su tipo y por tanto su
especial sensibilidad a las señales que recogen (y comunican) del entorno. –
por eso se hacen necesarios los intermediarios: críticos, comisarios,
galeristas y demás. Son ellos los que ordenan, o pretenden ordenar, la hiperabundancia
de ofertas artísticas... pero me estoy yendo del tema.
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El tema es que resulta muy divertido (y muy frustrante también)
intentar desentrañar qué es lo que a uno le
llamó la atención de aquello que se vio. En los kakemonos es fácil
porque voy directo al grano y todo lo que no me interesa sencillamente no lo
pinto (ni lo dibujo) Pero cuando quiero dar una imagen más naturalista, más
orgánica, más descaradamente realista me veo obligado a mentir también con más
determinación y sutileza. Mentir para contar la verdad. Mi verdad.
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Hay que ser consecuente con aquello que nos llamó la atención y si fue
la penumbra de una sombra hay que apañárselas para que el espectador sea lo
primero que vea, y si fue el sosiego de una persona leyendo en un parque a ver
cómo te las compones para no interferir en su paz y si además el barullo de
alrededor ofrecía un interesante contraste, la cosa se va complicando. No, no
es nada fácil pero tampoco es extraordinariamente difícil: sólo hay que tener
confianza en que lo que viste tan sólo fue reconocido porque estaba ya dentro
de ti y aunque aquella “materialización” fuera fugaz, está en tu interior y la
volverás a reconocer cuando des con ella en tu cuadro.
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Si además hay alguien a quien también le interesa... ¡qué bien!
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