domingo, 16 de febrero de 2014

creencias

Todo mi trabajo se fundamenta en una creencia que dice más o menos que el mundo, la vida, es fascinante sin necesidad de recurrir a grandes emociones, grandes horizontes ni grandes nada.  Hay una frase de Santa Teresa que lo expresa muy bien: “Dios anda entre los pucheros”. Me parece que a todos nos conviene estar de acuerdo con esto porque el mayor porcentaje de nuestras vidas se desarrolla en la más absoluta normalidad así que más nos vale aprender a disfrutar de esto en lugar de aguardar o buscar algo distinto. Tampoco está mal tener aspiraciones. Supongo que es cuestión de autocontrol. Naturalmente que todos aspiramos al éxtasis permanente y resulta un poco rebuscado mirar de conseguirlo en lo que la costumbre nos ofrece sin reservas; esto es: en los pucheros. Pero es así. Tengo la ventaja de que soy prácticamente incapaz de buscarme la vida de modo que tengo que desarrollar un sentido extra para conformarme con lo que me toca. Hay personas que serán felices navegando en su velero o saltando en paracaídas. Yo no: yo aspiro a disfrutar a tope, salvajemente, de unas zapatillas de felpa o, como mucho, de un paseo por lugares conocidos. Para ello además de ponerme las zapatillas y de seguir prácticamente a diario la misma ruta; pinto y dibujo como buenamente puedo eso mismo que se me pone tan a mano. Y sí: mi creencia está justificada.


flores de cerezo en kakemono. (detalle)

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