jueves, 24 de octubre de 2013

baúl de nueva york (1)




 cuatro new yorkers


Confundo los años y las fechas. O Para ser más preciso: no recuerdo muy bien el tiempo que hace que sucedió tal cosa o tal otra,  aunque sí  guardo memoria de lo que hice... supongo... No: por ahí me dicen que no; será verdad.

 Lo cierto es que hace un tiempito estuve en Nueva York. Quizás  hace cinco años o seis años, quizás aún más.    recuerdo que fue en esta época del año porque mi amiga Sally  estaba empeñada en que tenía que visitar esa ciudad y  en que tenía que hacerlo en otoño. Especialmente en otoño. Para convencerme aseguraba que Manhattan resulta una experiencia que ningún artista (ella cree que  lo soy) se  puede perder y en otoño antes que en ningún otro momento  por los colores de Central Park. Seguro que tiene razón. Lamentablemente el año en que por fin me decidí a aceptar su invitación, la estación se retrasó y apenas unos pocos arces aquí y allá servían de muestra para  lo que sin duda tendría que ser un festival suntuoso de luz y color. Digo “sin duda”  porque Central Park es un escándalo. Esa es la verdad. Con o sin otoño es un lugar bello hasta el estupor; tanto como el resto de la ciudad. Le estoy tremendamente agradecido a Sally por su insistencia; más aun porque ella sabe que  no me gusta viajar.  Lo hago a regañadientes. Soy un hurón de madriguera. Quizás  de pequeño tuve  que aprender a  acompasar mi ánimo con las grandes dosis de aburrimiento que se me imponían. Como  secuela  la emoción del descubrimiento de un nuevo lugar – y en general cualquier emoción- me crea a priori una ansiedad que me resulta antipática. Luego se me pasa y disfruto como el que más... ¡Más que el que más!.. Reconozco sin embargo que  no me queda más remedio que reírme  de mí mismo cuando advierto que desde que llego a un sitio nuevo, hasta que lo abandono , no hago otra cosa  que buscar el rincón que me permita sentirme como en casa.  El lugar a donde  acudiré sin falta si es que regresara  alguna vez.

                  .En el caso de Nueva York cualquier pedrusco de Central Park me sirve.

autorretrato sobre una piedra dibujando otra
.La casa o mejor dicho: el apartamento donde iba a alojarme no podía estar en mejor emplazamiento  - de nuevo la mano de Sally – Justo frente a la entrada del parque en la esquina de Columbus Circle y la calle 59. En el piso 24. Mi anfitriona neoyorquina me esperaba atentamente para darme las llaves, y explicarme alguna de las excentricidades del  piso, relacionadas con las tuberías, la calefacción, el teléfono y cosas así.

parte de la tribu
  Nada mencionó sin embargo de cosas tan notorias e insólitas que para mí sí que requerían explicación, como la enorme chimenea francesa, la multitud de peluches que enseñoreabansé de  los sillones, ni el porqué la única cama estaba sobre una tarima en el pasillo...  de modo tal que para izarse había que dar un pequeño saltito con giro de espaldas que te dejaba el alma en vilo  ya que al  otro lado del estrecho pasillo lo que había era una gran ventanal y...el vacío; eso sí: sobre el parque. Me lo expliqué esa misma noche. Después de despertarme de una pesadilla en la que los peluches, todos a una, me hacían rodar  por la ventana, pude contemplar a mis anchas y sin mover la cabeza de la almohada,  la extensión  enorme del parque bañado a la luz de la luna  y  flanqueado por los perfiles de la 5ª y Park Avenue... Ni siquiera Wood Allen ha filmado así el Central Park.
 
Después de bajarme de la cama para comprobar el estado de las tuberías y tambien que todos los peluches ocupaban su lugar regresé a la cama sin mucha confianza en  volver a dormir. Después de todo eran las cinco de la mañana pero en España tan sólo las nueve de la noche. Estaba equivocado y en seguida recuperé el sueño justo donde lo interrumpí: caía en picado sobre una tribu de ardillas que me perseguían a lomos de un carrito de baggels. Las ardillas no son cosa de tomárselo a broma, créanme, lo digo por  experiencia. Una ardilla mosqueada puede abrirte la cabeza. Sólo tienes que acertar a sentarte plácidamente bajo su árbol favorito y al poco verás cómo caen a plomo las piñas a tu alrededor. No quiero  pensar cuál sería su reacción si es uno el que cae sobre ellas desde un piso 24. Por fortuna para escapar de un mal sueño no hay más que despertar, así que vista la racha, me bajé de la cama y después de comprobar otra vez las tuberías, me senté a tomar café mientras amanecía sobre Nueva York...a un palmo de mi cara.



Estando alli sentado comencé a sentir una nostalgia bastante lamentable y para mitigarla encendí el portatil y me puse  a escribir lo que veía a mis amigos, a quienes imaginaba en sus casas con sus vidas como en un anuncio de navidad. Ahora que me doy cuenta esos mails que mandé como crónicas fueron el germen de este blog. ¡Hay que ver! 

Este es el enlace a la página web de Sally. Entrad y os sorprendereis .       www.sallyhambleton.com,











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