A estas alturas del blog ustedes tendrán la
idea de que me considero muy gracioso y estarán en lo cierto. Me hago mucha
gracia a mí mismo y se me nota ¿qué le vamos a hacer? A
nadie le pido que se ría con mis chistes. Es más: no me importa que se rían de
mí. No conmigo, sino de mí. Abiertamente, No me importa. Como a mí también me
pasa y ya que lo van a hacer de todas
formas, prefiero que se haga en franca y abierta camaradería. En
correspondencia yo me río mucho,
muchísimo de los demás. La gente me sorprende a cada paso. Dicen
que la risa se produce cuando hay una ruptura en la lógica prevista y sin
embargo no conlleva una amenaza sino un alivio o un desahogo. Puede ser.
Supongo entonces que las personas que no tienen sentido del humor es porque no
están preparadas para aceptar ninguna salida a lo pre-establecido. Hay otras personas
que por el contrario se mueren de la risa cada vez que el destino les saca la lengua. Dicen
también que la risa es buena para la salud así que supongo que lo que es
realmente bueno, aparte de la liberación de nosequé
oxitocinas en la sangre, es no estar enrocado en ninguna posición frente a la
vida.. Todo esto está muy bien, sobre todo si eres de los que crees que es posible elegir tu forma de ser.
Se preguntarán ustedes qué relación puede
tener todo esto con un post que pertenece a un blog de pintura... Me veré entonces obligado a remitirles de nuevo al subtítulo de este blog: “Pinturas y desvaríos”
¿recuerdan? La “reflexión” se ha producido porque me he visto a mí mismo tratando esforzadamente
de que se me ocurriera algo realmente interesante para contar al respecto de
las imágenes de hoy y ... me ha venido la risa Lo que no me ha venido ha sido nada
interesante, Quizás es que no lo haya. Así que como de costumbre, haré lo que
pueda.
Este post se llama “tulipanes color naranja”.
El naranja es mi color favorito y los tulipanes la flor, quizás, que más me
gusta. No hay que buscar explicación a todas las cosas, sobre todo a las cosas
buenas, sencillas y simples porque corremos el riesgo de hincharlas con una
pompa que les es ajena y hacerlas explotar de presunción y pedantería... pero
es que si no escribo nada me queda el blog sin palabras y parezco un sin
substancia que es lo que más miedo me da en este mundo del arte al cual aspiro
pertenecer en algún momento, Ya he
dejado escrito en otro post que se puede
uno saltar los textos y me ratifico. Pero yo, escribir, escribo.
Además es que escribir me gusta. Lo confieso.
Escribir por escribir sin ningún proyecto ni propósito definido. Encontrar el cabo suelto de una idea e ir tirando de él a
ver si me lleva a algún sitio... Y luego está mi alma de pedante que se
complace en utilizar palabras que en la vida normal no tiene ocasión de usar
sin que le miren raro pero que aquí, sin embargo, en el silencio de mi cabecita
en blanco resuenan con toda propiedad. Sin duda me parece que ya que lo que
escribo no tiene mucha enjundia el sonido de palabras impostadas, como oropel
por ejemplo, se lo concede.
Ahora que lo pienso… si “tulipán” no sonara
tan rotundo a lo mejor no sería mi flor, quizás, favorita. Tengo que estudiarlo... Entretanto lo que sí que les
puedo contar es de donde viene mi predilección por el naranja, porque mientras
intentaba encontrar las buenas razones
para escribir este post, me he acordado de la siguiente historia y a lo mejor
esto sí que tiene alguna relación con las pinturas. La cosa es como sigue: hace
muchos, muchos años, tantos que yo era un niño de primero de básica, me
encontraba en clase con la señorita Marita y otros dos o tres mil niños más,
todos berreando y agitándose por llamar la atención de la pobre maestra a la
que sin embargo no recuerdo nunca una mala cara. La actividad de aquél día
consistía en elegir una cartulina de papel charol (un trocito) y ponerlo en el
canto de una carpeta junto con nuestro nombre que acabábamos de aprender a
escribir. En esa carpetita azul de cartón íbamos a meter nuestros dibujos,
deberes y demás tareas. Cuando la buena señorita Marita nos pidió que eligiéramos
nuestro color predilecto para distinguir cada carpeta resultó que la mayoría de
los niños, yo incluido, elegía el rojo... (Por lo visto es una estadística
infalible) Ocurrió que como yo nunca he
tenido un talante muy competitivo, antes de disputar por un trozo de papel, preferí optar por el
color más semejante pero menos escogido: el naranja. Para mi sorpresa, la
señorita Marita me premió con una sonrisa, una caricia y un comentario definitivo:
“muy bien, Jorge, qué original” ¿Quién puede afirmar el alcance de aquéllas palabras aunque es tentador sacar
conclusiones, la primera sin duda, es
que el alegre Ciorán tenía
mucha razón cuando dijo aquello de que “cualquier éxito está basado en
un mal entendido”.
Tenemos que saltar muchos años en el tiempo
para llegar al casi presente. Hace un par de semanas publiqué los primeros post con Kakemonos de
flores: el “jarrón con lirios” y “las flores de Lola”. Anticipo que vendrán más
porque me he sentido muy cómodo con este motivo y en este soporte. Las obras
que ahora presento – o la “obra” en singular
- son continuación de aquellas. Después de pintar la copa con anémonas
me quedé tan contento con el resultado que decidí continuar probando suerte y
elegí pintar para otra tanda de kakemonos a mis flores favoritas, quizás (qué pesadito con
la broma): tulipanes naranja.
Me gustan mucho los tulipanes porque aparte
de lo eufónico de la palabra, son unas flores muy divertidas, elegantes y sobre
todo bellísimas. Al principio están tiesas como palos y severamente cerradas.
Uno cree que eso es lo que hay y que no
hay más que rascar, como una persona sin ningún sentido del humor; así que los
pone en un vaso o en un jarrón y sale de la habitación. Pero sólo necesitan un
poco de confianza y una ventana cerca. Cuando vuelves a la habitación donde los
habías dejado te van a causar una sorpresa porque se van a haber movido,
estirado y girado en curvas inverosímiles y caprichosas. Y lo que es mejor: ¡ no
van a dejar de hacerlo! Además sus corolas, antes cerradas como puños, se
habrán abierto en una burbuja de prietísimo y tierno color para mostrar en perfecto contraste cromático,
cinco estambres negros como puñales de carbón.
A uno le gustaría ser pulgarcito para meterse dentro a soñar.
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