Lo que
escribí hace un par de entregas de este blog acerca de las ocultas razones que
implicaron a mi amigo a cambiar de vida, (vease "el ramo que te regalé")
me hizo reparar otra vez en lo divertidas, fascinantes y misteriosas que
son las vidas de las personas, sobre todo vistas de cerca pues, cuanto más de
cerca las observas , más te queda por comprender. Si
además de curioso (o cotilla, según se mire) eres pintor, esto te lleva de forma
ineludible al retrato.
Yo debo
de ser curioso o cotilla en grado sumo porque he hecho muchos retratos y pienso
seguir haciéndolos a la mínima oportunidad a pesar de que ya sé que no es
posible ir más allá de la superficie del retratado; pero qué es la pintura sino
pura superficie. Para mí es suficiente. Hay que respetar el misterio.
Este
que aquí os presento es el último retrato que he pintado. Se trata de mi amiga
Celia y, en cierto modo, es un retrato que pintamos entre los dos. Se trata
de una colaboración, que es lo que yo creo que debe ser un buen retrato. No
tiene ninguna gracia que yo imponga mi criterio
a la persona que quiero pintar ya que en cierto modo y después de todo es lo que va a pasar inevitablemente
porque es lo que ocurre con todo lo que
uno pinta: no somos máquinas. (Según parece ni siquiera los experimentos científicos se libran del
subjetivismo...)En
resumidas cuentas: aunque Celia no va por la vida como una mujer fatal de
cine negro (eso es lo que ella cree) es
como quería que la pintara y así lo intenté.
Quiero
que sepáis que durante la sesión preparatoria hubo un incendio en el edificio y los bomberos y la policía perdieron la concentración al ver
aparecer a Celia. Por fortuna yo daba el contrapunto adecuado y las llamas
pudieron ser sofocadas.
Pero
anécdotas aparte, hay algo que sí que quiero mencionar y que quizás ponga en
tela de juicio lo que he descrito al principio de este post como una especie de
resignación a la falta de conocimiento y de comprensión que podemos aspirar a tener de
los demás. La cosa es como sigue: Yo tardé bastante tiempo en pintar este
retrato y para cuando lo hube acabado Celia había pasado por un complicado
proceso de cambios de los que yo no había sido testigo; entre otras cosas porque
me mantuve alejado a causa del
sentimiento de culpa que me provocó estar demorandome tanto con su
retrato... Cuando por fin terminé la pintura le di la vuelta al cuadro y esperé
el momento oportuno para entregárselo; pero antes de que esto se produjera, un día por
casualidad, vi el rostro de Celia en la pintura y no la reconocí. “ya estoy otra vez con mis manías y mis auto-
boicots” me lamenté. Me lamenté pero le cambié la expresión del rostro: Se la
hice más suave aunque en cierto modo también más insondable. Cuando por fin le
llevé el cuadro a Celia y le conté lo que me había pasado, se emocionó porque
sin que yo hubiera sido testigo, había captado la metamorfosis que los cambios
en su vida le habían producido. Ya no era la misma mujer que fue cuando empezamos
el cuadro; pero sí la que estaba allí pintada. ¿Cómo, porqué? ¿Lo veis? Siempre quedan preguntas.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario