domingo, 15 de diciembre de 2013

granja en Luxemburgo





 .
El Sol comienza a entrar por la ventana. Dentro de poco la habitación se llenará de luz. Esta habitación es preciosa. La he podido ir haciendo poco a poco a base de retales y tanteos y por fin ha quedado de forma que me siento a gusto. Qué importante es tener un rincón donde poder estar quieto, sin necesidad de hacer nada salvo dejar vagar la vista alrededor. Supongo que es así como nos sentimos de bebés. Se lo tengo que consultar a la pequeña Matilde.

.





Tengo delante de mí el cuadro de la granja de Luxemburgo. Este cuadro cada vez me gusta más. Después de pintar la niña lo dejé en suspenso porque no sabía si debía añadir o quitar algo. Me había hecho a la idea de poner un espantapájaros en el sembrado. También unos cuervos. Y ¿porqué no? hasta una “V” de patos  migrando en el cielo gris.


.


.
¿Y qué más?  He considerado aumentar  el contraste de la imagen y subir el color del arcoíris... La verdad es que creo que con todos estos cambios mejoraría el conjunto; pero... ¿merece la pena intentarlo? ¿cuándo está acabado un cuadro? Un cuadro está acabado cuando alcanza el carácter que el pintor soñó para él. Lo demás es ponerle lazos.

.




Pienso que hay una relación muy directa entre lo que el pintor exige de sus cuadros y lo que se exige a sí mismo. Esto es  una simpleza pero una simpleza que para muchos no es evidente y les jode la vida y los cuadros. Supongo que cuando analizas algo con lupa siempre encuentras algo que mejorar. Pero no se trata de eso. Se trata, creo, de aceptar (se) Aceptar ¿qué? ¿Aceptar que a lo mejor uno no es tan bueno como quisiera? ¿Aceptar los límites?

No; no se trata de eso. Se trata de aceptar lo bueno que hay en uno. De reconocerlo sin miedo. Sin miedo a estar equivocado, a que no sea suficiente.

.



Es mucho más fácil aceptar que no se es bueno a reconocer que sí que se es. Cuando uno se dice que no se es bueno siempre puede mejorar (mañana) Mientras que si ya eres bueno tienes que aguantarte con ello... y ser consecuente y responsabilizarte. Ahí es cuando tienes que aceptar lo que te ha venido encima. Parece la parábola de los talentos y uno es reticente a que la suerte esté echada. Pero no tiene porqué ser así. Después de todo ni la vida ni los cuadros se acaban hasta la muerte del pintor. Hay más días y se pueden pintar más cuadros... ¿A que sí?

 .


1 comentario:

ana dijo...

Al ver tu cuadro, el retrato de tu amiga, y al leer tu texto, me ha venido a la cabeza la película de "La ventana indiscreta", es curioso que al desde una de las ventanas del fondo, alguien observa la escena; contrapunto al observador de frente, (tú o nosotros los que miramos el cuadro), él también es un espectador de la escena y seguramente jugará a suponer e inventar historias.
No sé si es cotilleo o curisidad, o qué demonios es, pero yo también suelo jugar a adivinar vidas de gente que veo en ocasiones, componer historias.

El retrato es genial, la expresión auténtica, la mirada.
La atmósfera de la terraza tiene algo de oriental y es muy sugerente, llena de símbolos y detalles, lista para ser narrada.
Ella tiene que estar emocionada con este cuadro, a la fuerza, es muy especial.

Un saludo,
ana